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El Antiguo Testamento

SALMOS

SALMO 102

  1. Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante el Señor.
  2. Señor, escucha mi oración y llegue a ti mi clamor;
  3. no me ocultes tu rostro en el momento del peligro; inclina hacia mí tu oído, respóndeme pronto, cuando te invoco.
  4. Porque mis días se disipan como el humo, y mis huesos arden como brasas;
  5. mi corazón se seca, marchitado como la hierba, ¡y hasta me olvido de comer mi pan!
  6. Los huesos se me pegan a la piel, por la violencia de mis gemidos.
  7. Me parezco a una lechuza del desierto, soy como el búho entre las ruinas;
  8. estoy desvelado, y me lamento como un pájaro solitario en el tejado;
  9. mis enemigos me insultan sin cesar, y enfurecidos, me cubren de imprecaciones.
  10. Yo como ceniza en vez de pan

y mezclo mi bebida con lágrimas, 11. a causa de tu indignación y tu furor, porque me alzaste en alto y me arrojaste. 12. Mis días son como sombras que se agrandan, y me voy secando como la hierba. 13. Pero tú, Señor, reinas para siempre, y tu Nombre permanece eternamente. 14. Tú te levantarás, te compadecerás de Sión, porque ya es hora de tenerle piedad, ya ha llegado el momento señalado: 15. tus servidores sienten amor por esas piedras y se compadecen de esas ruinas. 16. Las naciones temerán tu Nombre, Señor, y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria: 17. cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso en medio de ella; 18. cuando acepte la oración del desvalido y no desprecie su plegaria. 19. Quede esto escrito para el tiempo futuro y un pueblo renovado alabe al Señor: 20. porque él se inclinó desde su alto Santuario y miró a la tierra desde el cielo, 21. para escuchar el lamento de los cautivos y librar a los condenados a muerte. 29. Los hijos de tus servidores tendrán una morada y su descendencia estará segura ante ti. 22. para proclamar en Sión el nombre del Señor y su alabanza en Jerusalén, 23. cuando se reúnan los pueblos y los reinos, y sirvan todos juntos al Señor. 24. Mis fuerzas se debilitaron por el camino y se abreviaron mis días; 25. pero yo digo: «Dios mío, no me lleves en la mitad de mi vida, tú que permaneces para siempre». 26. En tiempos remotos, fundaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos; 27. ellos se acaban, y tú permaneces: se desgastan lo mismo que la ropa, los cambias como a un vestido, y ellos pasan. 28. Tú, en cambio, eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin.