Por eso, tú que pretendes
ser juez de los demás –no importa quién seas– no tienes excusa, porque al
juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que condenas.
Sabemos que Dios juzga de
acuerdo con la verdad a los que se comportan así,
Tú que juzgas a los que hacen
esas cosas e incurres en lo mismo, ¿acaso piensas librarte del Juicio de Dios?
¿O desprecias la riqueza de
la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa
bondad te debe llevar a la conversión?
Por tu obstinación en no
querer arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se
manifiesten los justos juicios de Dios,
que retribuirá a cada uno según sus obras.
El dará la Vida eterna a los que por su
constancia en la práctica del bien, buscan la gloria, el honor y la
inmortalidad.
En cambio, castigará con la ira y la
violencia a los rebeldes, a los que no se someten a la verdad y se dejan
arrastrar por la injusticia.
Es decir, habrá tribulación y
angustia para todos los que hacen el mal: para los judíos en primer lugar, y
también para los que no lo son.
Y habrá gloria, honor y paz
para todos los que obran el bien: para los judíos, en primer lugar, y también
para los que no lo son,
porque Dios no hace acepción
de personas.
En efecto, todos los que
hayan pecado sin tener la Ley de Moisés perecerán sin esa Ley; y los que hayan
pecado teniendo la Ley serán juzgados por ella,
porque a los ojos de Dios,
no son justos los que oyen la Ley, sino los que la practican.
Cuando los paganos, que no
tienen la Ley, guiados por la naturaleza, cumplen las prescripciones de la Ley,
aunque no tengan la Ley, ellos son ley para sí mismos,
y demuestran que lo que
ordena la Ley está inscrito en sus corazones. Así lo prueba el testimonio de su
propia conciencia, que unas veces los acusa y otras los disculpa,
hasta el Día en que Dios
juzgará las intenciones ocultas de los hombres por medio de Cristo Jesús,
conforme a la Buena Noticia que yo predico.
Pero tú, que te precias de
ser judío; tú que te apoyas en la Ley y te glorías en Dios;
tú que dices conocer su
voluntad e, instruido por la Ley, pretendes discernir lo mejor,
presumiendo ser guía de
ciegos y luz para los que andan en tinieblas;
tú que instruyes a los
ignorantes y eres maestro de los simples, porque tienes en la Ley la norma de
la ciencia y de la verdad;
¡tú, que enseñas a los otros, no te
enseñas a ti mismo!
Tú, que condenas el adulterio, también lo
cometes. Tú, que aborreces a los ídolos, saqueas sus templos.
Tú, que te glorías en la
Ley, deshonras a Dios violando la Ley.
Porque como dice la
Escritura: "Por culpa de ustedes, el nombre de Dios es blasfemado entre
las naciones".
La circuncisión es útil se
practicas la Ley, pero si no la practicas, es lo mismo que si fueras un
incircunciso.
Al contrario, el que no está circuncidado,
pero observa las prescripciones de la Ley, será tenido por un verdadero
circunciso.
Más aún, el que físicamente no está
circuncidado pero observa la Ley, te juzgará a ti, que teniendo la letra de la
Ley y la circuncisión, no practicas la Ley.
Porque no es verdadero judío el que lo es
exteriormente, ni la verdadera circuncisión es la que se nota en la carne.
El verdadero judío lo es interiormente, y
la verdadera circuncisión es la del corazón, la que se hace según el espíritu y
no según la letra de la Ley. A este le corresponde la alabanza, no de los
hombres, sino de Dios.