Después dije: ¡Escuche,
jefes de Jacob y magistrados de la casa de Israel! ¿No les corresponde a
ustedes conocer el derecho,
a ustedes, que odian el bien
y aman el mal, que arrancan la piel de la gente y la carne de encima de sus
huesos?
Ellos devoran la carne de mi pueblo, le
arrancan la piel, le quiebran los huesos, lo despedazan como carne que se echa
en la olla, como carne dentro de la caldera.
Entonces clamarán al Señor, pero él no les
responderá. El les ocultará su rostro en ese tiempo por las malas acciones que
han cometido.
Así habla el Señor contra los profetas que
extravían a mi pueblo: Cuando sus dientes tienen algo que morder, ellos gritan:
«¡Paz!». Pero al que no les llena la boca, le declaran la guerra santa.
Por eso, ustedes tendrán
noches sin visiones, y tinieblas en vez de presagios. El sol se ocultará para
los profetas y el día se les oscurecerá.
Los videntes quedarán
avergonzados y los adivinos serán confundidos. Todos se cubrirán la
barba, porque no habrá respuesta de Dios.
Yo, en cambio, gracias al espíritu del
Señor, estoy lleno de fuerza, de justicia y de coraje, para denunciar su
rebeldía a Jacob y su pecado a Israel.
¡Escuchen esto, jefes de la
casa de Jacob y magistrados del pueblo de Israel, ustedes, que abominan la
justicia y tergiversan el derecho,
que edifican con sangre a
Sión y a Jerusalén con injusticia!
Sus jueces juzgan por
regalos, sus sacerdotes instruyen por un sueldo, sus profetas adivinan por
dinero, y todavía se apoyan en el Señor, diciendo: «¿No está el Señor en medio
de nosotros? ¡No nos puede pasar nada malo!».
Por eso, a causa de ustedes, Sión será
un campo arado, Jerusalén, un montón de ruinas, y la montaña del Templo, una
altura boscosa.