Job9 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
JOB
Capítulo 9
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Job respondió, diciendo:
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Sí, yo sé muy bien que es así: ¿cómo un mortal podría tener razón contra Dios?
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Si alguien quisiera disputar con él, no podría responderle ni una vez entre mil.
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Su corazón es sabio, su fuerza invencible: ¿quién le hizo frente y se puso a salvo?
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El arranca las montañas sin que ellas lo sepan y las da vuelta con su furor.
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El remueve la tierra de su sitio y se estremecen sus columnas.
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El manda al sol que deje de brillar y pone un sello sobre las estrellas.
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El solo extiende los cielos y camina sobre las crestas del mar.
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El crea la Osa Mayor y el Orión, las Pléyades y las Constelaciones del sur.
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El hace cosas grandes e inescrutables, maravillas que no se pueden enumerar.
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El pasa junto a mí, y yo no lo veo; sigue de largo, y no lo percibo.
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Si arrebata una presa, ¿quién se lo impedirá o quién le preguntará qué es lo que hace?
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Dios no reprime su furor: los secuaces de Rahab yacen postrados a sus pies.
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¡Cuánto menos podría replicarle yo y aducir mis argumentos frente a él!
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Aún teniendo razón, no podría responder y debería implorar al que me acusa.
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Aunque lo llamara y él me respondiera, no creo que llegue a escucharme.
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El me aplasta por una insignificancia y multiplica mis heridas sin razón.
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No me da tregua ni para tomar aliento, sino que me sacia de amarguras.
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Si es cuestión de fuerza, él es el más fuerte; si de justicia, ¿quién podría emplazarlo?
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Si tengo razón, por mi propia boca me condena; si soy íntegro, me declara perverso.
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¡Yo soy un hombre íntegro: nada me importa de mí mismo y siento desprecio por mi vida!
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¡Todo es igual! Por eso digo: «El extermina al íntegro y al malvado».
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Si un azote siembra la muerte de improviso, se ríe de la desesperación de los inocentes.
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Si un país cae en manos de un malvado, pone un velo sobre el rostro de los jueces: si no es él, ¿quién otro puede ser?
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Mis días pasan más rápido que un corredor, huyen sin ver la felicidad.
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Se deslizan como barcas de junco, como un águila que se lanza sobre su presa.
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Si pienso: «Voy a olvidarme de mis quejas, voy a poner buena cara y sonreír».
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me asalta el terror por todos mis pesares, sabiendo que tú no me absuelves.
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Seré juzgado culpable, ¿para qué entonces fatigarme en vano?
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Aunque me lavara con nieve y purificara mis manos con potasa,
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tú me hundirías en el fango y hasta mi ropa sentiría abominación por mí.
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¡No, él no es un hombre como yo, para responderle y comparecer juntos en un juicio!
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¡Si hubiera al menos un árbitro entre nosotros, que pusiera su mano sobre los dos,
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para que Dios aparte su vara de mí y no me atemorice su terror!
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Entonces le hablaría sin temor, porque estoy convencido de que no soy así.