Jer49 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
JEREMIAS
Capítulo 49
Para los amonitas. Así habla el Señor:
¿Acaso Israel no tiene hijos, no tiene heredero? ¿Por qué Milcóm ha heredado
Gad y su pueblo se establecido en sus ciudades?
Por eso llegan los días –oráculo del Señor–
en que haré oír a Rabá de los amonitas el grito de guerra: ella será una colina
desolada, sus ciudades serán incendiadas, e Israel heredará a sus herederos,
dice el Señor.
¡Gime, Jesbón, porque Hai ha sido
devastada, lancen gritos, hijas de Rabá! ¡Pónganse un cilicio, laméntense, y
vayan de aquí para allá por los cercos, porque Milcóm va al cautiverio, con sus
sacerdotes y sus príncipes!
¿Por qué te glorías de los
valles, de tu fértil valle, hija apóstata, tú que confías en tus tesoros y
dices: «¿Quién me atacará?».
Yo hago venir sobre ti el
pánico –oráculo del Señor de los ejércitos– desde todos tus alrededores: ustedes
serán expulsados, cada uno por su lado, y nadie reunirá a los fugitivos.
Después de esto, cambiaré la suerte de los
amonitas –oráculo del Señor–.
Para Edom. Así habla el Señor de los
ejércitos: ¿No hay más sabiduría en Temán? ¿Están faltos de consejo los
inteligentes o se desgastó su sabiduría?
¡Huyan, vuelvan la espalda, escóndanse bajo
tierra habitantes de Dedán, porque yo atraigo la ruina sobre Esaú, es el
momento de dar cuenta!
Si llegan hasta ti vendimiadores, no
dejarán ni un racimo; si son ladrones nocturnos, arrasarán a su gusto.
Sí, yo mismo desnudé a Esaú, puse al
descubierto sus escondites, y no puede ocultarse. Su raza y sus hermanos han
sido devastados, sus vecinos ya no existen.
¡Deja a tus huérfanos, yo los haré vivir,
y que tus viudas confíen en mí!
Porque así habla el Señor: Los que no
estaban condenados a beber la copa, la tuvieron que beber. Y tú ¿vas a quedar
impune? ¡No, no vas quedar impune, sino que la vas a beber!
Sí, lo juro por mí mismo –oráculo del
Señor–: Bosrá se convertirá en devastación, oprobio, desierto y maldición, y
todas sus ciudades serán ruinas eternas.
He oído un mensaje de parte del Señor, un
heraldo ha sido enviado a las naciones: «¡Reúnanse! ¡Al asalto de la ciudad!
¡De pie para el combate!».
Porque yo te hago pequeño entre las
naciones, despreciable entre los hombres.
Te engañó tu suficiencia, la soberbia de
tu corazón, a ti, que habitas en las hendiduras de la roca, que ocupas la
altura de una colina. Aunque eleves tu nido como el águila, de allí te
precipitaré –oráculo del Señor–.
Edom se convertirá en una devastación;
todo el que pase junto a ella quedará pasmado, y silbará de estupor al ver
todas sus plagas.
Como en la catástrofe de Sodoma y Gomorra,
y de sus ciudades vecinas –dice el Señor– allí no habitará más ningún hombre,
no residirá ningún ser humano.
Como un león que sube de la espesura del
Jordán a una pradera siempre verde, así yo los haré huir de allí en un
instante, y allí estableceré a mi elegido. Porque ¿quién es como yo? ¿Quién me
citará a juicio? ¿Quién es el pastor que se me opondrá?
Por eso, oigan el plan del Señor sobre
Edom, sus proyectos sobre los habitantes de Temán: Sí, hasta las ovejas más pequeñas
serán arrastradas, su pradera se asombrará a causa de ellas.
Por el estruendo de su caída tiembla la
tierra, y el eco resuena hasta el Mar Rojo.
¡Miren! El sube, planea como el águila,
despliega sus alas sobre Bosrá; el corazón de los guerreros de Edom, en aquel
día, será como el corazón de una parturienta.
Para Damasco. Jamat y Arpad están
avergonzadas, porque han oído una mala noticia; su corazón se deshace de
ansiedad, no puede calmarse.
Damasco desfallece, emprende la huida, la
asalta el terror, es presa de la angustia y los dolores como una parturienta.
¡Cómo está abandonada la ciudad gloriosa,
la ciudad de la alegría!
Por eso sus jóvenes caerán en sus plazas y
todos los hombres de guerra perecerán aquel día –oráculo del Señor de los
ejércitos–.
Yo prenderé fuego a la fortaleza de
Damasco y él devorará los palacios de Ben Hadad.
Para Quedar y los reinos de Jasor,
derrotados por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Así habla el Señor: ¡De pie!
¡Al asalto de Quedar! ¡Devasten a los hijos del Oriente!
Tomen sus carpas y sus
rebaños, sus toldos y sus equipajes; quítenles sus camellos y griten contra
ellos: «¡Terror por todas partes!».
Huyan, emigren rápidamente, escóndanse
bajo tierra, habitantes de Jasor –oráculo del Señor– porque Nabucodonosor, rey
de Babilonia, ha tramado un plan contra ustedes, ha urdido contra ustedes un
proyecto.
¡De pie! ¡Avancen contra una nación
despreocupada, que se siente segura –oráculo del Señor– que no tiene puertas ni
cerrojos, y vive apartada!
Sus camellos serán el
botín, y sus muchos rebaños, la presa. Yo dispersaré a los cuatro
vientos a los «Sienes rapadas», de todos lados atraeré su ruina –oráculo del
Señor–.
Jasor será una guarida de chacales, una
desolación para siempre; allí no habitará ningún hombre, no residirá ningún ser
humano.
Palabra que el Señor dirigió al profeta
Jeremías acerca de Elam, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá:
Así habla el Señor de los ejércitos: Yo
voy a quebrar el arco de Elam, principio de su fuerza.
Haré venir contra Elam cuatro vientos
desde los cuatro confines del cielo. Los dispersaré a los cuatro vientos, y no
habrá ni una sola nación adonde no lleguen los expulsado de Elam.
Aterraré a Elam delante de sus enemigos y
delante de los que atentan contra su vida; atraeré sobre ellos una desgracia,
el ardor de mi ira –oráculo del Señor–. Enviaré la espada detrás de ellos,
hasta haberlos exterminado.
Porque pondré mi trono en Elam, y haré
desaparecer de allí al rey y a los príncipes –oráculo del Señor–.
Pero en los días futuros, yo cambiaré la
suerte de Elam –oráculo del Señor–.