Jer38 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
JEREMIAS
Capítulo 38
Sefatías, hijo de Matán, Guedalías, hijo
de Pasjur, Iucal, hijo de Selemías, y Pasjur, hijo de Malquías, oyeron las
palabras que Jeremías decía a todo el pueblo:
«Así habla el Señor: El que permanezca en
esta ciudad morirá por la espada, el hambre y la peste; el que se rinda a los
caldeos vivirá y su vida será para él un botín: sí, él quedará con vida.
Así habla el Señor: Esta ciudad será
entregada al ejército del rey de Babilonia, y este la tomará».
Los jefes dijeron al rey: «Que este hombre
sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los
hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este
hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia».
El rey Sedecías respondió: «Ahí lo tienen
en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes».
Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo
arrojaron al aljibe de Malquías, hijo del rey, que estaba en el patio de la
guardia, descolgándolo con cuerdas. En el aljibe no había agua sino sólo barro,
y Jeremías se hundió en el barro.
Ebed Mélec, el cusita, un eunuco de la casa
del rey, se enteró de que habían puesto a Jeremías en el aljibe. Mientras el
rey estaba sentado a la puerta de Benjamín,
Ebed Mélec salió de la casa del rey y le
dijo:
«Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal
tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de
hambre, porque ya no hay pan en la ciudad».
El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el
cusita: «Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el
profeta, antes de que muera».
Ebed Mélec tomó consigo a tres hombres y
entró en la casa del rey, en el vestuario; tomó de allí unos trapos y unos
vestidos viejos, y se los hizo llegar a Jeremías con unas cuerdas, dentro del
aljibe.
Ebed Mélec, el cusita, dijo a Jeremías:
«Colócate estos trapos y estos vestidos viejos entre las axilas y las cuerdas».
Jeremías lo hizo así.
Ellos tiraron a Jeremías con las cuerdas y
lo sacaron del aljibe. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.
El rey Sedecías mandó que le trajeran a
Jeremías, el profeta, a la tercera entrada de la Casa del Señor. El rey dijo a
Jeremías: «Tengo que preguntarte una cosa; no me ocultes nada».
Jeremías respondió a Sedecías: «Si te la
digo, seguro que me harás morir; y si te doy un consejo, no me escucharás».
Pero el rey Sedecías hizo
este juramento a Jeremías, en secreto: «¡Por la vida del Señor que nos ha dado
la vida, no te haré morir ni te pondré en manos de los hombres que atentan
contra tu vida!».
Jeremías dijo a Sedecías:
«Así habla el Señor, Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: Si te rindes a
los jefes del rey de Babilonia, tu vida estará a salvo, y esta ciudad no será
incendiada: vivirás tú, y también tu familia.
Pero si no te rindes a los
jefes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en manos de los caldeos
e incendiada, y tú no escaparás de sus manos».
El rey Sedecías dijo a
Jeremías: «Estoy preocupado por los judíos que se pasaron al enemigo; temo que
los caldeos me entreguen en sus manos, y ellos me traten desconsideradamente».
Jeremías respondió: «No te
entregarán. Escucha entonces la voz del Señor en esto que yo te digo; así te
irá bien y estará a salvo tu vida.
Pero si te niegas a rendirte, esto es lo
que el Señor me hizo ver:
todas las mujeres que aún quedan en la
casa del rey de Judá serán llevadas a los jefes de los caldeos, y ellas dirán:
¡Te han seducido y han podido contra ti tus amigos más íntimos! Apenas
tus pies se hundieron en el fango, ellos se echaron por atrás.
A todas tus mujeres y a tus
hijos se los llevarán a los caldeos; y tú mismo no escaparás de sus manos, sino
que caerás en manos del rey de Babilonia. En cuanto a esta ciudad, será
consumida por el fuego».
Sedecías dijo a Jeremías:
«Que nadie se entere de estas palabras, y tú no morirás.
Si los jefes se enteran de
que yo hablé contigo, y vienen a decirte: «Infórmanos sobre lo que has dicho al
rey y sobre lo que él te dijo; no nos ocultes nada y no te haremos morir»,
tú les dirás: «He pedido encarecidamente
al rey que no me haga volver a la casa de Jonatán, a morir allí».
Todos los jefes, en efecto, fueron a ver a
Jeremías y lo interrogaron. Pero él les informó ateniéndose a lo que le había
ordenado el rey, y ellos lo dejaron tranquilo, porque nadie había oído la
conversación.
Jeremías permaneció en el patio de la
guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada. Y él estaba allí cuando
Jerusalén fue tomada.