Jer37 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
JEREMIAS
Capítulo 37
El rey Sedecías, hijo de
Josías –a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, había constituido rey en el
país de Judá– reinó en lugar de Conías, hijo de Joaquím.
Pero ni él, ni sus
servidores, ni el pueblo del país escucharon las palabras que había dicho el
Señor por medio del profeta Jeremías.
El rey Sedecías envió a
Iucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sefanías, hijo de Maasías, para que
dijeran al profeta Jeremías: «Ruega por nosotros al Señor, nuestro Dios».
Mientras tanto, Jeremías se desplazaba
libremente en medio del pueblo, y aún no lo habían puesto en la cárcel.
Además, las tropas del Faraón habían salido
de Egipto, y los caldeos que sitiaban a Jerusalén, al oír la noticia, habían
levantado el asedio.
La palabra del Señor llegó al profeta
Jeremías, en estos términos:
Así habla el Señor, el Dios de Israel: Esto
es lo que le dirán al rey de Judá, que los envía a consultarme: El ejército del
Faraón que salió en auxilio de ustedes, se volverá a su país, a Egipto.
Entonces los caldeos volverán, combatirán
contra esta ciudad, la tomarán y la incendiarán.
Así habla el Señor: No se engañen a ustedes
mismos, diciendo: «Seguro que los caldeos se irán lejos de nosotros». ¡Porque
ellos no se irán!
Aun cuando derrotaran a todo el ejército
de los caldeos que combaten contra ustedes, y no les quedaran más que algunos
heridos, estos se levantarían cada uno en su carpa y prenderían fuego a esta
ciudad.
Como el ejército de los caldeos se había
alejado de Jerusalén por el avance de las tropas del Faraón,
Jeremías quiso salir de
Jerusalén para ir al país de Benjamín, a fin de ocuparse allí de una
repartición de bienes en medio de los suyos.
Y mientras estaba en la
puerta de Benjamín, donde se encontraba un capitán de guardias llamado Jirías,
hijo de Selemías, hijo de Ananías, este detuvo al profeta Jeremías, diciendo:
«¡Vas a pasarte a los caldeos!».
Jeremías respondió: «¡Es
falso! Yo no me paso del lado de los caldeos». Pero Jirías no lo escuchó;
detuvo a Jeremías y lo llevó ante los jefes.
Estos se irritaron contra Jeremías, lo
golpearon y lo encarcelaron en la casa de Jonatán, el secretario, que habían
convertido en prisión.
Así Jeremías fue a parar dentro de una
cisterna abovedada y pasó allí mucho tiempo.
El rey Sedecías lo mandó atraer, y lo
interrogó secretamente en su propia casa, diciendo: «¿Hay alguna palabra de
parte del Señor?». «Sí», respondió Jeremías, y añadió: «Tú serás entregado en
manos del rey de Babilonia».
Luego Jeremías dijo al rey Sedecías: «¿Qué
falta cometí contra ti, contra tus servidores y contra este pueblo, para que me
hayan puesto en una prisión?
¿Dónde están los profetas que les
profetizaban, diciendo: El rey de Babilonia no vendrá contra ustedes ni contra
este país?
Y ahora, ¡dígnate escuchar, rey, mi señor!
Que mi súplica llegue hasta ti: ¡No me hagas volver a la casa de Jonatán, el
secretario, no sea que muera allí!».
Entonces el rey Sedecías mandó poner
bajo custodia a Jeremías en el patio de la guardia, y ordenó que le dieran cada
día una rosca de pan de la calle de los Panaderos, hasta que no hubiera más pan
en la ciudad. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.