Jer25 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
JEREMIAS
Capítulo 25
-
Palabra que llegó a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá, el cuarto año de Joaquím, hijo de Josías, rey de Judá, es decir, el primer año de Nabucodonosor, rey de Babilonia.
-
Esto es lo que dijo el profeta Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá y de todos los habitantes de Jerusalén:
-
Desde el año trece de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy –son ya veintitrés años– me ha llegado la palabra del Señor, y yo les he hablado incansablemente, sin que ustedes me escucharan.
-
También el Señor les ha enviado incansablemente a todos sus servidores los profetas, pero ustedes no han escuchado ni han inclinado sus oídos para oír.
-
El les decía: Vuélvanse cada uno de su mal camino y de la maldad de sus acciones, y habitarán en el suelo que les ha dado el Señor, a ustedes y a sus padres, desde siempre y para siempre.
-
No vayan detrás de otros dioses para servirlos y para postrarse delante de ellos, no me agravien con la obra de sus manos, y no les haré ningún mal.
-
Pero ustedes no me escucharon –oráculo del Señor– agraviándome con la obra de sus manos, para su propia desgracia.
-
Por eso, así habla el Señor de los ejércitos: Porque ustedes no han escuchado mis palabras,
-
yo mando a buscar todos los clanes del Norte –oráculo del Señor– y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi servidor, y los hago venir contra este país, contra sus habitantes y contra todas estas naciones de alrededor. Así los consagraré al exterminio total, y los convertiré en una desolación, en un motivo de estupor y en ruinas perpetuas.
-
Haré desaparecer de entre ellos el grito de alegría y el grito de júbilo, el canto del esposo y el canto de la esposa, el ruido del molino y la luz de la lámpara.
-
Todo este país será una ruina y una devastación, y esas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años.
-
Pero cuando hayan pasado los setenta años, yo castigaré por su iniquidad al rey de Babilonia y a aquella nación –oráculo del Señor– así como también al país de los caldeos, y los convertiré en desolaciones perpetuas.
-
Yo haré venir sobre ese país todas las palabras que pronuncié contra él, todo lo que está escrito en este libro. Esto es lo que profetizó Jeremías contra todas las naciones.
-
Porque también a ellas las someterán naciones poderosas y grandes reyes, y yo les retribuiré según su conducta y según la obra de sus manos.
-
Porque así me ha hablado el Señor, Dios de Israel: «Toma de mi mano esta copa de vino del furor, y dásela de beber a todas las naciones a las que yo te envío;
-
ellas la beberán, se marearán y se enloquecerán, a causa de la espada que envío en medio de ellas».
-
Yo tomé la copa de la mano del Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que me había enviado el Señor :
-
a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus príncipes, para convertirlos en una ruina, una devastación, como sucede en el día de hoy;
-
al Faraón, rey de Egipto, a sus servidores, a sus príncipes y a todo su pueblo;
-
a toda la mezcla de pueblos, a todos los reyes del país de Us; a todos los reyes del país de los filisteos: a Ascalón, Gaza, Ecrón y el resto de Asdod;
-
a Edom, Moab y los amonitas;
-
a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón, a los reyes de las costas lejanas que están más allá del mar;
-
a Dedán, Temá y Buz; a todos los «Sienes rapadas:;
-
a todos los reyes de Arabia que habitan en el desierto;
-
a todos los reyes de Zimrí, a todos los reyes de Elam, a todos los reyes de Media;
-
a todos los reyes del Norte, próximos y lejanos, uno después del otro: o sea, a todos los reyes de la tierra que están sobre la superficie del suelo. Y el rey de Sesac beberá después de ellos.
-
Tú les dirás: Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ¡Beban hasta embriagarse, vomiten y caigan para no levantarse más, delante de la espada que yo envío en medio de ustedes!
-
Y si ellos se niegan a tomar de tu mano la copa para beber, tú les dirás: Así habla el Señor de los ejércitos: ¡Tendrán que beber!
-
Porque si yo inflijo un castigo, comenzando por la ciudad que es llamada con mi Nombre, ustedes, ¿van a quedar impunes? No, no quedarán impunes, porque yo llamo a la espada contra todos los habitantes de la tierra –oráculo del Señor de los ejércitos–.
-
En cuanto a ti, profetiza contra ellos todas estas palabras. Tú les dirás: El Señor ruge desde lo alto, desde su santa morada alza su voz; ruge con furia contra su redil, lanza un grito como los que pisan la uva contra todos los habitantes de la tierra.
-
Llega el estruendo hasta el confín de la tierra, porque el Señor está en pleito con las naciones, entabla juicio a todo ser viviente, y a los malvados los entrega a la espada –oráculo del Señor–.
-
Así habla el Señor de los ejércitos: Miren cómo pasa la desgracia de nación en nación; se desata una gran tempestad desde los extremos de la tierra.
-
Habrá víctimas del Señor, en aquel día, desde un extremo a otro de la tierra; no serán lloradas ni recogidas ni enterradas: se convertirán en estiércol sobre la superficie del suelo.
-
¡Giman, pastores y griten, revuélquense en el polvo, encargados del rebaño! Porque les ha llegado el día de la matanza y caerán como carneros escogidos.
-
¡No hay asilo para los pastores, no escaparán los encargados del rebaño!
-
¡Escuchen el clamor de los pastores, el gemido de los encargados del rebaño, porque el Señor devasta sus pastizales,
-
sus prósperas praderas son destruidas, ante el ardor de la ira del Señor!
-
Un cachorro de león abandona su guarida: sí, el país es una devastación, a causa de la espada arrasadora, a causa del ardor de su ira.