Era el año duodécimo del
reinado de Nabucodonosor, que gobernó a los asirios en la gran ciudad de
Nínive, mientras Arfaxad reinaba sobre los medos en Ecbátana.
Este había construido alrededor de Ecbátana
una muralla de piedras talladas que medían un metro y medio de ancho y tres de
largo. La muralla tenía treinta y cinco metros de altura y veinticinco de
espesor.
También había erigido junto a sus puertas
unas torres de cincuenta metros de alto, sobre cimientos de treinta metros de
ancho;
y había hecho levantar sus puertas hasta
una altura de treinta y cinco metros, por veinte de ancho, para que pudiera
pasar su poderoso ejército y desfilar su infantería.
En aquellos días, el rey Nabucodonosor
declaró la guerra al rey Arfaxad en la gran llanura, la que se extiende sobre
el territorio de Ragau.
Se unieron a él todos los
habitantes de la región montañosa y los que vivían a lo largo del Eufrates, del
Tigris y del Hidaspes y en las planicies de Arioc, rey de los elimeos. Y muchos
pueblos se reunieron para combatir a los hijos de Jeleúd.
Entonces Nabucodonosor, rey
de los asirios, envió mensajeros a todos los habitantes de Persia y a todos los
que residían en Occidente: a los de Cilicia y Damasco, del Líbano y el
Antilíbano, y a todos los que vivían en el litoral;
a las poblaciones del Carmelo y Galaad; a
la Galilea superior y a la gran llanura de Esdrelón,
así como también a todos los que habitaban
en la Samaría y sus ciudades; a los del otro lado del Jordán, hasta Jerusalén,
Betané, Jelús y Cades; y más allá del Torrente de Egipto, a Tafne y Ramsés, lo
mismo que a todo el territorio de Gesén,
hasta más arriba de Tanis y
Menfis; y a todos los habitantes de Egipto, hasta los confines de Etiopía.
Pero los habitantes de todas
esas regiones, sin excepción, despreciaron el llamado de Nabucodonosor, rey de
los asirios, y no se aliaron con él para la guerra, porque no le tenían, sino
que lo consideraban como un hombre falto de apoyo. Por eso despidieron despectivamente
a sus emisarios con las manos vacías.
Nabucodonosor se enfureció
contra todas aquellas regiones y juró por su trono y por su reino vengarse de
todo el territorio de Cilicia, la Damascena y Siria y destruir con su espada a
todos los habitantes de Moab, a los amonitas y a todas la Judea, así como
también, a todos los habitantes de Egipto, hasta la región de los dos mares.
El año decimoséptimo,
Nabucodonosor atacó con su ejército al rey Arfaxad y, después de derrotarlo,
aniquiló todo su ejército, su caballería y sus carros de guerra.
Se apoderó de sus ciudades,
avanzó hasta Ecbátana, expugnó sus torres, destruyó sus plazas y convirtió su
esplendor en ignominia.
Además, hizo prisionero a Arfaxad en las
montañas de Ragau, lo acribilló con sus jabalinas, y lo aniquiló para siempre.
Finalmente, regresó con sus tropas y con
la enorme multitud de guerreros que lo habían seguido, y todos se entregaron
despreocupadamente a la buena vida durante ciento veinte días.