Así habla el Señor: El cielo es mi trono y
la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa podrán edificarme ustedes y dónde
estará el lugar de mi reposo?
Todo esto lo hizo mi mano y todo me
pertenece –oráculo del Señor–. Aquel hacia quien vuelvo la mirada es el pobre,
de espíritu acongojado, que se estremece ante mis palabras.
Se inmola un buey, y se mata a un hombre,
se sacrifica un cordero, y se desnuca un perro, se presenta una oblación, y se
ofrece sangre de cerdo, se quema un memorial de incienso, y se bendice una
iniquidad. Porque ellos han elegido sus propios caminos y se
complacen en sus ídolos,
también yo elegiré sus
desgracias y les enviaré lo que más temen. Yo llamé, y nadie respondió, hablé,
y ellos no escucharon, sino que hicieron lo que me desagrada y eligieron lo que
yo no quiero.
¡Escuchen la palabra del Señor, ustedes que
se estremecen ante su palabra! Dicen sus hermanos, los que tienen odio contra
ustedes y los rechazan a causa de mi Nombre: «Que el Señor manifieste su
gloria, así veremos la alegría de ustedes». Pero son ellos los que se
avergonzarán.
Una voz retumba desde la ciudad, una voz
sale del Templo: es la voz del Señor que retribuye a sus enemigos.
Antes de las contracciones,
ella dio a luz; antes de que le llegaran los dolores, dio a luz un hijo varón.
¿Quién oyó jamás algo semejante, quién ha
visto una cosa igual? ¿Se da a luz un país en un solo día? ¿Se hace nacer una
nación de una sola vez? Pero Sión, apenas sintió los dolores, ha dado a luz a
sus hijos.
¿Acaso yo abriré la matriz y no haré dar a
luz?, dice el Señor ¿Acaso la voy a cerrar, yo que hago nacer?, dice tu Dios.
¡Alégrense con Jerusalén y regocíjense a
causa de ella, todos los que la aman! ¡Compartan su mismo gozo los que estaban
de duelo por ella,
para ser amamantados y
saciarse en sus pechos consoladores, para gustar las delicias de sus senos
gloriosos!
Porque así habla el Señor:
Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la riqueza de las
naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho serán llevados en
brazos y acariciados sobre las rodillas.
Como un hombre es consolado
por su madre, así yo los consolaré a ustedes, y ustedes serán consolados en
Jerusalén.
Al ver esto, se llenarán de
gozo, y sus huesos florecerán como la hierba. La mano del Señor se manifestará
a sus servidores, y a sus enemigos, su indignación.
Porque ya viene el Señor en medio del
fuego –sus carros son como un torbellino– para descargar su ira con furor y sus
amenazas con las llamas del fuego.
Porque el Señor entra en juicio con todos
los vivientes por el fuego y por su espada, y serán numerosas las víctimas del
Señor.
Los que santifican y se purifican para
entrar en los jardines, detrás de uno que va en el medio; los que comen carne
de cerdo, animales inmundos y ratas, serán aniquilados todos juntos –oráculo
del Señor– con sus obras y sus pensamientos.
Entonces, yo mismo vendré
a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi
gloria.
Yo les daré una señal, y
a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones: a Tarsis, Put, Lud,
Mésec, Ros, Tubal y Javán, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni
han visto mi gloria. Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones.
Ellos traerán a todos los hermanos de
ustedes, como una ofrenda al Señor, hasta mi Montaña santa de Jerusalén. Los
traerán en caballos, carros y literas, a lomo de mulas o en dromedarios –dice
el Señor– como los israelitas llevan la ofrenda a la Casa del Señor en un
recipiente puro.
Y también de entre ellos
tomaré sacerdotes y levitas, dice el Señor.
Porque así como permanecen
delante de mí el cielo nuevo y la tierra nueva que yo haré –oráculo del Señor–,
así permanecerán la raza y el nombre de ustedes.
De luna nueva en luna nueva
y de sábado en sábado, todos vendrán a postrarse delante de mí, dice el Señor.
Y al salir, se verán los
despojos de los hombres que se han rebelado contra mi, porque su gusano no
morirá, su fuego no se extinguirá y serán algo horrible para todos los
vivientes.