¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos,
y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su
ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.
¿Por qué gastan dinero en
algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme
caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares.
Presten atención y vengan a
mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna,
obra de mi inquebrantable amor a David.
Yo lo he puesto como testigo para los
pueblos, jefe y soberano de naciones.
Tú llamarás a una nación que no conocías, y
una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y
por el Santo de Israel, que te glorifica.
¡Busquen al Señor mientras se
deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!
Que le malvado abandone su
camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva el Señor, y él le
tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
Porque los pensamientos de
ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del
Señor–.
Como el cielo se alza por
encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los
caminos y a los pensamientos de ustedes.
Así como la lluvia y la nieve descienden
del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado
y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi
boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y
cumple la misión que yo le encomendé.
Sí, ustedes saldrán gozosamente y serán
conducidos en paz; al paso de ustedes, las montañas y las colinas prorrumpirán
en gritos de alegría, y aplaudirán todos los árboles del campo.
En lugar de zarzas brotarán cipreses, y
mirtos en lugar de ortigas: esto dará al Señor un gran renombre, será una señal
eterna, que no se borrará.
TERCERA PARTE DEL LIBRO DE ISAÍAS