Y ahora escucha, Jacob, mi servidor,
Israel, a quien yo elegí,
Así habla el Señor, el que te
hizo, el que te formó desde el seno materno y te ayuda. No temas, Jacob,
mi servidor, Iesurún, a quien yo elegí.
Porque derramaré agua sobre el suelo
sediento y torrentes sobre la tierra seca; derramaré mi espíritu sobre tu
descendencia y mi bendición sobre tus vástagos.
Ellos brotarán como la hierba
entre las aguas, como sauces al borde de los arroyos.
Uno dirá: «Yo pertenezco al Señor» y otro
llevará el nombre de Jacob; otro escribirá sobre su mano: «Del Señor», y será
designado con el nombre de Israel.
Así habla el Señor, el Rey de Israel, su
redentor, el Señor de los ejércitos: Yo soy el Primero y yo soy el Ultimo, y no
hay ningún dios fuera de mí.
¿Quién es como yo? ¡Que
lo proclame! ¡Que lo haga saber y me lo demuestre! ¿Quién hizo oír desde
siempre lo que va a sobrevenir y nos anuncia lo que va a suceder?
¡No tiemblen ni teman! ¿No te lo predije y
anuncié hace tiempo? Ustedes son mis testigos: ¿hay algún dios
fuera de mí? ¡No hay ninguna Roca! ¡Yo no la conozco!
Los fabricantes de ídolos no valen nada, y
sus obras más preciadas no sirven para nada; sus testigos no ven ni conocen
nada, para su propia vergüenza.
¿Quién modela un Dios o funde una estatua,
que no sirven para nada?
Sí, todos sus devotos quedarán
avergonzados, porque esos artífices no son más que hombres. ¡Que
se reúnan todos y comparezcan! ¡Sentirán espanto y confusión a la vez!
El herrero forja la imagen, la trabaja al
fuego y la modela con el martillo: la trabaja con su brazo robusto. Después
siente hambre y decae su fuerza; si no bebe agua, queda agotado.
El carpintero toma las medidas con la
cuerda, diseña la forma con el estilete, la trabaja con el cincel y la dibuja
con el compás; le da figura de hombre y la belleza de un ser humano, para que
habite en su casa.
En efecto, cortó algún cedro, o tomó un
roble y una encina que había dejado crecer entre los árboles del bosque, o
plantó un abeto que luego la lluvia hizo crecer.
El hombre se sirve de ellos para hacer
fuego, los toma para calentarse y también los enciende para cocer el pan. Pero,
además, hace con ellos un dios y se postra ante él; hace un ídolo y lo adora.
El hace arder al fuego la mitad de la
madera, y asa la carne sobre las brasas; luego come la carne asada y se sacia. También se calienta y exclama: «¡Voy entrando en calor, mientras miro
las llamas!».
Con el resto, hace un dios, su ídolo, y lo
adora; se postra y le suplica, diciendo: «¡Líbrame, porque tú eres mi dios!».
Ellos no saben ni comprenden, porque
tienen tan tapados los ojos y el corazón, que no pueden ver ni entender.
Ninguno reflexiona, ni tiene conocimiento
e inteligencia, para pensar: «Quemé la mitad al fuego, hice cocer el pan sobre
las brasas, asé la carne y la comí, y con el resto, haré una Abominación: ¡Voy
a adorar un tronco de árbol!».
¡El se alimenta de ceniza, su corazón
engañado lo extravía! Ya no puede librarse ni decir: «¿No es una mentira lo que
tengo en mi mano?».
¡Acuérdate de esto, Jacob, porque tú eres
mi servidor, Israel! Yo te formé, tú eres mi servidor; Israel, yo no me
olvidaré de ti.
Yo he disipado tus rebeldías como una nube
y tus pecados como un nubarrón. ¡Vuelve hacia mí, porque yo te redimí!
¡Griten de alegría, cielos, porque el
Señor ha obrado; aclamen, profundidades de la tierra! ¡Montañas,
prorrumpan en gritos de alegría, y tú, bosque, con todos tus árboles! Porque
el Señor ha redimido a Jacob y manifiesta su esplendor en Israel.
Así habla el Señor, tu redentor, el que te
formó desde el seno materno: Soy yo, el Señor, el que hago todas las cosas; yo
solo despliego los cielos, yo extiendo la tierra, ¿y quién está conmigo?
Yo hago fracasar los presagios de los
charlatanes y hago delirar a los adivinos; hago retroceder a los sabios y
cambio su ciencia en locura.
Yo confirmo la palabra de
mis servidores y cumplo el designio de mis mensajeros. Yo digo de Jerusalén»
«¡Que sea habitada!», y de las ciudades de Judá: «¡Que sean reconstruidas!», y
yo restauraré sus ruinas.
Yo digo a las aguas
profundas: «¡Séquense, haré que se sequen tus corrientes!».
Yo digo de Ciro: «¡Mi
pastor!». El cumplirá toda mi voluntad, diciendo de Jerusalén: «¡Que sea
reconstruida!», y del Templo: «¡Se pondrán tus cimientos!».