Este es mi Servidor, a quien yo sostengo,
mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él
para que lleve el derecho a las naciones.
El no gritará, no levantará la voz ni la
hará resonar por las calles.
No romperá la caña quebrada ni apagará la
mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad;
no desfallecerá ni se desalentará hasta
implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.
Así habla Dios, el Señor, el que creó el
cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da
el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella.
Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te
sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz
de las naciones,
para abrir los ojos de los
ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que
habitan en las tinieblas.
¡Yo soy el Señor, este es mi Nombre! No
cederé mi gloria a ningún otro ni mi alabanza a los ídolos.
Las cosas antiguas ya han sucedido y yo
anuncio cosas nuevas; yo se las hago oír a ustedes.
¡Canten al Señor un canto nuevo, alábenlo
desde los confines de la tierra; resuene el mar y todo lo que hay en él, las
costas lejanas y sus habitantes!
¡Que alcen la voz el
desierto y sus ciudades, los poblados donde habita Quedar! ¡Griten de alegría
los habitantes de la Roca, aclamen desde la cumbre de las montañas!
¡Den gloria al Señor, proclamen su
alabanza en la costas lejanas!
El Señor irrumpe como un héroe, se
enardece como un guerrero; lanza un grito de guerra, un alarido estridente, se
arroja como un héroe contra sus enemigos:
«Yo permanecí callado mucho tiempo, guardé
silencio y me contuve; ahora gimo como una parturienta, me sofoco y estoy
jadeante.
Arrasaré montañas y colinas,
y secaré todo su verdor; convertiré los ríos en tierra árida y secaré los
estanques.
Conduciré a los ciegos por
un camino que ignoran, los guiaré por senderos desconocidos; cambiaré las
tinieblas en luz delante de ellos, y el suelo escarpado en una llanura. Estas
son las cosas que haré, y no dejaré de hacerlas.
Así retrocederán llenos de
vergüenza los que confían en los ídolos, los que dicen al metal fundido: «Ustedes
son nuestros dioses».
¡Oigan, ustedes, los sordos;
ustedes, los ciegos, miren y vean!
¿Quién es ciego, sino mi servidor y sordo
como el mensajero que yo envío? ¿Quién es ciego, sino mi servidor y sordo como
el mensajero que yo envío? ¿Quién es ciego como el que ha pactado conmigo y
sordo como el servidor del Señor?
Tú has visto muchas cosas, pero sin
prestar atención; has abierto los oídos, pero sin escuchar.
El Señor, a causa de su justicia, quería
hacer grande y gloriosa la Ley;
pero ahora no es más que un pueblo
saqueado y despojado, están todos atrapados en cuevas y encerrados en cárceles.
Se los saquea, y nadie los libra, se los despoja, y nadie dice:
¡Restituye!».
¿Quién de ustedes presta oído a esto y
escucha atentamente con miras al futuro
¿Quién entregó a Jacob al despojo, y a
Israel a los expoliadores? ¿No es el Señor, contra quien hemos pecado por no querer
seguir sus caminos y haber desoído su Ley?
El Señor derramó contra él el ardor de su
ira y el estallido de la guerra; lo envolvió en llamas, pero él no comprendió;
lo quemó, pero él no hizo caso.