El que es demasiado pobre para hacer
esa ofrenda elige una madera que no se pudra y se busca un hábil artesano para
erigir un ídolo que no se tambalee.
¿No lo saben acaso? ¿Nunca lo han
escuchado? ¿No se les anunció desde el principio? ¿No han comprendido cómo se
fundó la tierra?
El está sentado sobre la cúpula de la
tierra, donde los habitantes son como langostas. El extiende los cielos como un
tul, los despliega como una carpa para habitar en ellos.
El aniquila a los soberanos y reduce a
nada a los árbitros de la tierra:
apenas plantados, apenas sembrados, apenas
su tallo echa raíz en la tierra, él sopla sobre ellos y se secan, y el huracán
se los lleva como paja.
«¿A quién me va a asemejar, para que yo me
iguale a él?» dice el Santo.
Levanten los ojos a lo alto y miren:
¿quién creó todos estos seres? El que hace salir a su ejército uno por uno y
los llama a todos por su nombre: ¡su vigor es tan grande, tan firme su fuerza,
que no falta ni uno solo!
¿Por qué dices Jacob, y lo repites tú,
Israel: «Al Señor se le oculta mi camino y mi derecho pasa desapercibido a mi
Dios?
¿No lo saber acaso? ¿Nunca lo has
escuchado? El Señor es un Dios eterno, él crea los confines de la tierra: no se
fatiga ni se agota, su inteligencia es inescrutable.
El fortalece al que está fatigado y
acrecienta la fuerza del que no tiene vigor.
Los jóvenes se fatigan y se
agotan, los muchachos tropiezan y caen.
Pero los que esperan en el
Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se
agotan, avanzan y no se fatigan.