¡Ay de los hijos rebeldes –oráculo del
Señor– que hacen planes sin cortar conmigo, que concluyen pactos contrarios a
mi espíritu. añadiendo así un pecado tras otro!
Se ponen en camino para bajar a Egipto sin
haberme consultado, para refugiarme al amparo del Faraón y protegerse a la
sombra de Egipto.
El amparo del Faraón será su vergüenza y la
protección a la sombra de Egipto, su confusión.
Aunque sus jefes estén en
Soán y sus mensajeros hayan llegado a Janés,
todos ellos serán defraudados
por un pueblo que no sirve de nada, que no les aporta ayuda ni provecho, sino
vergüenza y oprobio.
Oráculo sobre las bestias del
Négueb: Por una tierra de miseria y angustia, de donde salen la leona y el
león, la víbora y la serpiente voladora, ellos llevan sus riquezas a lomo de
asnos y sus tesoros sobre la giba de los camellos, a un pueblo que no sirve de
nada.
¡Egipto! Su ayuda es inútil y
vana; por eso yo lo llamé: «Rahab, la inmóvil».
Ahora ve, escribe esto en una tabla,
delante de ellos, e inscríbelo en un libro: que sirva de testimonio perpetuo
para el tiempo futuro.
Porque este es un pueblo en rebeldía, son
hijos mentirosos, hijos que no quieren escuchar la enseñanza del Señor.
Ellos dicen a los videntes: «¡No tengan
visiones!», y a los profetas: «¡No nos vaticinen la verdad! ¡Háblennos de cosas
agradables, tengan visiones ilusorias!
¡Apártense del camino, desvíense del
sendero, dejen de ponernos por delante al Santo de Israel!».
Por eso, así habla el Santo de Israel:
Porque ustedes desprecian esta palabra y confían en lo que es tortuoso y
retorcido, para tener donde apoyarse,
por eso, esta falta será para ustedes como
una grieta amenazadora que se va agrandando en un muro elevado, y de pronto, en
un instante, sobreviene el derrumbe;
o como se quiebra una vasija de alfarero
hecha añicos sin piedad, sin que se encuentre entre sus pedazos ni un trozo
para sacar fuego del brasero o para extraer agua del aljibe.
Porque así habla el Señor, el Santo de
Israel: En la conversión y en la calma está la salvación de ustedes; en la
serenidad y la confianza está su fuerza. ¡Pero ustedes no lo han querido!
Ustedes dijeron: «¡No, huiremos a
caballo!». Está bien, tendrán que huir. «¡Cabalgaremos
velozmente!». Está bien, sus perseguidores serán más veloces.
Ante la amenaza de uno solo, temblarán
mil; ante la amenaza de cinco, ustedes huirán, hasta que sean dejados como un
mástil en la cumbre de una montaña, como señal sobre una colina.
A pesar de todo, el Señor espera para
apiadarse de ustedes; a pesar de todo, él se levantará para tenerles compasión;
porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Felices todos los que esperan en él!
Sí, pueblo de Sión, que habitas en
Jerusalén, ya no tendrás que llorar: él se apiadará de ti al oír tu clamor;
apenas te escuche, te responderá.
Cuando el Señor les haya dado el pan de la
angustia y el agua de la aflicción, aquel que te instruye no se ocultará más,
sino que verás a tu maestro con tus propios ojos.
Tus oídos escucharán detrás de ti una
palabra: «Este es el camino, síganlo, aunque se hayan desviado a la derecha o a
la izquierda».
Tendrás por impuros a tus ídolos
recubiertos de plata y a tus estatuas enchapadas en oro; los arrojarás como
inmundicia, y les dirás: «¡Fuera de aquí!».
El Señor te dará lluvia para la semilla
que siembres en el suelo, y el pan que produzca el terreno será rico y
sustancioso. Aquel día, tu ganado pacerá en extensas praderas.
Los bueyes y los asnos que trabajen el
suelo comerán forraje bien sazonado, aventado con el bieldo y la horquilla.
En todo monte elevado y en toda colina
alta, habrá arroyos y corrientes de agua, el día de la gran masacre, cuando se
derrumben las torres.
Entonces, la luz de la luna
será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces más intensa –como
la luz de siete días– el día en que el Señor vende la herida de su pueblo y
sane las llagas de los golpes que le infligió.
¡Miren que el nombre del
Señor viene de lejos! Arde su ira y es densa la humareda; sus labios desbordan
de indignación y su lengua es como fuego devorador.
Su aliento es como un torrente desbordado,
que sube hasta el cuello, para zarandear a las naciones con la criba destructora
y poner el freno del extravío en las quijadas de los pueblos.
Entonces, ustedes cantarán como en la
noche sagrada de la fiesta, y habrá alegría en los corazones, como cuando se
avanza al son de la flauta para ir a la montaña del Señor, hacia la Roca de
Israel.
El Señor hará oír su voz majestuosa y
mostrará su brazo que se descarga en el ardor de su ira, en la llama de un
fuego devorador, en el huracán, la tormenta y el granizo.
Asiria temblará ante la voz del Señor, que
golpeará con el bastón;
y cada vez que pase la vara vengadora que
el Señor descargará contra ella, irá acompañada de tamboriles y cítaras, en los
combates que el Señor entablará con ella, blandiendo su brazo.
Porque la hoguera está preparada hace
tiempo, está dispuesta también para el rey: se ha hecho una pira profunda y
ancha, con fuego y leña en abundancia, y el soplo del Señor la encenderá como
un torrente de azufre.