¡Ah, país del zumbido de alas, más allá
de los ríos de Cus,
que envías emisarios por mar,
en canoas de junco, sobre las aguas! Vayas, mensajeros veloces, a una nación
esbelta, de tez bronceada, a un pueblo temible de cerca y de lejos, a una
nación vigorosa y dominadora, cuyo país está surcado de ríos.
¡Habitantes del mundo entero,
y ustedes, los que pueblan la tierra: cuando se alce el estandarte, observen,
cuando suene la trompeta, escuchen!
Porque así me ha hablado el Señor. Yo
observaré impasible en mi puesto, como el calor ardiente y deslumbrante, como
nube de rocío en el calor de la cosecha.
Porque antes de la cosecha, acabada la
floración, cuando la flor se convierte en un racimo que madura, se cortan los
pámpanos con la podadora, se arrancan y se quitan los sarmientos.
Todos ellos serán abandonados
a las aves de rapiña en las montañas y a las fieras de la tierra: las aves de
rapiña pasarán allí el verano y todas las fieras de la tierra, el invierno.
En aquel tiempo, se llevarán
dones Señor de los ejércitos de parte de un pueblo esbelto y bronceado, de un
pueblo temible de cerca y de lejos, de una nación vigorosa y dominadora, cuyo
país está surcado de ríos: se llevarán hasta el lugar donde reside el Nombre
del Señor de los ejércitos, a la Montaña de Sión.