Oráculo que el profeta Habacuc recibió en
una visión.
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin
que tú escuches, clamaré hacia ti: «¡Violencia», sin que tú salves?
¿Por qué me haces ver la
iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia,
hay contiendas y aumenta la discordia.
Por eso la Ley no tiene vigencia y el
derecho no aparece jamás: ¡sí, el impío asedia al justo, por eso sale a luz un
derecho falseado!
Miren a las naciones y
observen, asómbrense y queden pasmados, porque en estos días realizaré una obra
que si se la contaran, no la creerían.
Sí, yo voy a suscitar a los
caldeos, ese pueblo salvaje e impetuoso, que recorre las extensiones de la
tierra, para usurpar moradas ajenas.
¡Es aterrador y temible: en
él solo se funda su derecho y preeminencia!
Sus caballos son más ágiles
que leopardos, más rapaces que lobos nocturnos; sus jinetes galopan, sus
jinetes vienen de lejos, vuelan como el águila que se lanza sobre su presa.
¡Todos llegan para la violencia con el
rostro tendido hacia adelante, y amontonan cautivos como arena!
El se burla de los reyes,
los soberanos son un juguete para él, juega con las ciudades fortificadas,
levanta un terraplén y las conquista.
Entonces, cambia el viento y sigue
adelante... ¡El hace de la fuerza su dios!
¿No eres tú, Señor, desde los tiempos
antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere jamás? Tú, Señor, pusiste a ese
pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo estableciste para castigar.
Tus ojos son demasiado puros
para mirar el mal y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces,
contemplas a los traidores y callas cuando el impío devora a uno más que él?
¡Tú tratas a los hombres
como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen jefe!
¡El los pesca a todos con el
anzuelo, los barre y los recoge con sus redes! Por eso se alegra y se regocija,
y ofrece sacrificios e
incienso a sus redes, porque gracias a ellas su porción es abundantes y sus
manjares, suculentos.
¿Vaciará sus redes sin
cesar, masacrando a los pueblos sin compasión?