Gen31 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
GENESIS
Capítulo 31
La huida de Jacob
Jacob se enteró de que los hijos de Labán
andaban diciendo: «Jacob se ha apoderado de todos los bienes de nuestro padre,
y a expensas de él ha conseguido toda esta riqueza».
Y también advirtió que la actitud de Labán
para con él ya no era la misma de antes.
Entonces el Señor le dijo:
«Vuelve a la tierra de tus padres y de tu familia, y yo estaré contigo».
Jacob mandó llamar a Raquel y
a Lía para que fueran a encontrarse con él en el campo donde estaba el rebaño,
y le dijo: «He advertido que el padre de
ustedes ya no se comporta conmigo como antes, pero el Dios de mi padre ha
estado conmigo.
Ustedes saben muy bien que yo puse todo mi
empeño en servir a mi suegro.
Sin embargo, él se ha burlado de mí y ha
cambiado diez veces mi salario. Pero Dios no le ha permitido que me hiciera
ningún mal.
Si él establecía: «Los animales manchados
serán tu salario», todo el rebaño tenía crías manchadas; y si él decía: «Los
animales rayados serán tu paga», todo el rebaño tenía crías rayadas.
Así Dios lo despojó de su ganado y me lo
dio a mí.
Una vez, durante el período en que el
rebaño entra en celo, yo tuve un sueño. De pronto vi que los
chivos que cubrían a las cabras eran rayados, manchados o moteados.
Y en el sueño, el Angel de
Dios me llamó: «¡Jacob!». «Aquí estoy», le respondí.
Entonces él me dijo: Fíjate
bien: todos los chivos que cubren a las cabras son rayados, manchados o
moteados, porque yo me he dado cuenta de todo lo que te hizo Labán.
Yo soy el Dios que se te
apareció en Betel, allí donde tú ungiste una piedra conmemorativa y me hiciste
un voto. Ahora levántate, sal de este país, y regresa a tu tierra
natal».
Raquel y Lía le respondieron diciendo:
«¿Tenemos todavía una parte y una herencia en la casa de nuestro padre?
¿Acaso no nos ha tratado como a extrañas?
No sólo nos ha vendido, sino que además se ha gastado el dinero que recibió de
nosotras.
Sí, toda la riqueza que Dios le ha quitado
a nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos. Procede como Dios te lo ha
ordenado».
Inmediatamente Jacob hizo montar en los
camellos a sus hijos y a sus mujeres,
y se llevó todo su ganado y todos sus
bienes –el ganado de su propiedad, que había adquirido en Padán Aram– para ir a
la tierra de Canaán, donde se encontraba Isaac, su padre.
Como Labán estaba ausente, esquilando sus
ovejas, Raquel se adueñó de los ídolos familiares que pertenecían a su padre.
Y Jacob engañó a Labán, el arameo, porque
huyó sin decirle una palabra.
Así escapó Jacob con todo lo que tenía, y
apenas estuvo al otro lado del Eufrates, se dirigió hacia la montaña de Galaad.
La persecución de Labán a Jacob
Al tercer día notificaron a Labán que
Jacob había huido.
Labán reunió a sus parientes y lo
persiguió durante siete días, hasta que al fin lo alcanzó en la montaña de
Galaad.
Pero esa misma noche, Dios se apareció en
sueños a Labán, el arameo, y le dijo: «Cuidado con entrometerse para nada en
los asuntos de Jacob».
Cuando Labán alcanzó a Jacob, este había
instalado su campamento en la montaña. Labán, por su parte, acampó en la
montaña de Galaad.
Labán dijo entonces a
Jacob: «¿Qué has hecho? ¡Me has engañado y te has llevado
a mis hijas como prisioneras de guerra!
¿Por qué has huido
ocultamente y me has engañado? Si me hubieras avisado, yo te habría despedido
con una fiesta, con cantos y con música de tambores y liras.
Pero tú ni siquiera me has
permitido saludar con un beso a mis nietos y a mis hijas. Realmente te
has comportado como un insensato.
Yo tengo poder suficiente para hacerles
una mala jugada a todos ustedes. Sin embargo, ayer por la noche,
el Dios de tu padre me dijo: «Cuidado con entrometerte para nada en los asuntos
de Jacob».
De todas maneras, está bien:
tú te has ido porque añorabas tu casa paterna. Pero ¿por qué robaste mis
dioses?».
«Yo estaba atemorizado,
respondió Jacob a Labán, pensando que podías quitarme a tus hijas.
Y en lo que respecta a tus
dioses, si llegas a encontrarlos en poder de alguno de nosotros, ese no quedará
con vida. Revisa bien, en presencia de nuestros hermanos, a ver si hay aquí
algo que te pertenece, y llévatelo». Por supuesto, Jacob ignoraba que Raquel
los había robado.
Labán entró en la carpa de
Jacob, en la de Lía, y en la de las dos esclavas, y no encontró nada. Al salir
de la carpa de Lía, entró en la de Raquel.
Pero Raquel había tomado los ídolos, los
había guardado en la montura del camello y se había sentado encima de ellos.
Después que Labán registró toda la carpa sin obtener ningún resultado,
Raquel dijo a su padre: «Que mi señor no
lo tome a mal; pero no puedo ponerme de pie ante él, porque me sucede lo que es
habitual en las mujeres». Y por más que buscó, no logró encontrar
los ídolos.
Jacob se llenó de
indignación, y reprochó a Labán diciéndole: «¿Qué delito o falta he cometido
para que me acoses de esa manera?
Acabas de registrar todas
mis cosas y no has encontrado un solo objeto que te pertenezca. Si lo has
encontrado, colócalo aquí, delante de tu gente y de la mía, y que ellos decidan
quién de nosotros tiene razón.
En los veinte años que
estuve contigo, tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, y jamás me comí los
carneros de tu rebaño.
Nunca te llevé un animal
despedazado por las fieras: yo mismo debía reparar la pérdida, porque tú me
reclamabas lo que había sido robado tanto de día como de noche.
De día me consumía el calor,
y de noche, la helada; y el sueño huía de mis ojos.
De los veinte años que pasé
en tu casa, catorce trabajé por tus dos hijas, y seis por tu rebaño, y tú me
cambiaste el salario diez veces.
Y si el Dios de mi padre –el
Dios de Abraham y el Terror de Isaac– no hubiera estado de mi parte, me habrías
despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto mi opresión y mi
fatiga, y ayer por la noche pronunció su fallo».
La alianza de Jacob con Labán
Labán replicó a Jacob: «Estas mujeres son
mis hijas, y estos muchachos, mis nietos; y también es mío el rebaño. Todo lo
que ves me pertenece. Pero ¿qué puedo hacer ahora contra mis hijas y mis
nietos?
Por eso, hagamos una alianza, y que haya
un testigo entre tú y yo».
Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió
como piedra conmemorativa.
Labán por su parte, dijo a sus hermanos:
«Recojan unas piedras». Ellos las recogieron, las amontonaron y
comieron allí, sobre el montón de piedras.
Y Labán le puso el nombre de
Iegar Sahadutá, mientras que Jacob lo llamó Galed.
Después Labán declaró: «Este
montón de piedras será siempre un testigo entre tú y yo, como lo es ahora». Por
eso lo llamó Galed.
Además, le puso el nombre de
Mispá, porque dijo: «Que el Señor nos vigile a los dos, cuando estemos lejos el
uno del otro:
si tú maltratas a mis hijas
o te unes a otras mujeres además de ellas –aunque no haya nadie entre nosotros–
recuerda que Dios está como testigo entre tú y yo».
Luego añadió: «Mira este
montón de piedras, y mira la piedra conmemorativa que yo erigí entre tú y yo:
una y otra cosa serán
testigos de que ninguno de los dos iremos más allá de este montón de piedras y
de esta piedra conmemorativa, con malas intenciones.
Que el Dios de Abraham y el
Dios de Najor sea nuestro juez». Entonces Jacob prestó un juramento por el
Terror de Isaac.
Luego ofreció un sacrificio sobre la
Montaña, e invitó a sus hermanos a participar del banquete. Ellos
comieron y pasaron la noche en la Montaña.