El hombre me llevó hacia la puerta que
miraba al oriente,
y yo vi que la gloria del Dios de Israel
venía desde el oriente, con un ruido semejante al de las aguas caudalosas, y la
tierra se iluminó con su Gloria.
Esta visión era como la que yo había visto
cuando el Señor vino a destruir la ciudad, y como la que había visto junto al
río Quebar. Entonces caí con el rostro en tierra.
La gloria del Señor entró en la Casa por la
puerta que daba al oriente.
El espíritu me levantó y me introdujo en el
atrio interior, y yo vi que la gloria del Señor llenaba la Casa.
Y oí que alguien me hablaba desde la Casa,
mientras el hombre permanecía de pie junto a mí.
La voz me dijo: «Hijo de hombre, este es el
lugar de mi trono, el lugar donde se asienta la planta de mis pies. Aquí
habitaré para siempre en medio de los israelitas. El pueblo de Israel no
profanará más mi Nombre: ni ellos ni sus reyes con sus prostituciones, ni los
cadáveres de sus reyes con sus tumbas.
Al poner su umbral junto al mío y los
postes de sus puertas al lado de los míos, con un simple muro de por medio, los
israelitas mancharon mi santo Nombre con las abominaciones que cometieron, y yo
los devoré con mi indignación.
Pero, de ahora en adelante, alejarán de mi
sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de
ellos para siempre.
En cuanto a ti, hijo de hombre, describe
la Casa al pueblo de Israel. Que ellos se avergüencen de sus culpas y tomen las
medidas de su dueño.
Y si se avergüenzan de lo que hicieron, tú
les darás a conocer la forma de la Casa y su diseño, sus salidas y sus
entradas, y todos los preceptos y leyes concernientes a ella. Fíjalas por
escrito a la vista de todos, para que observen todo lo concerniente a ella y lo
realicen.
Esta es la ley concerniente a la Casa:
todo su ámbito y sus alrededores, sobre la cima de la montaña, son un lugar
santísimo. Tal es la ley concerniente a al Casa».
Estas son las dimensiones del altar, con
sus medidas en codos, a razón de un codo y palmo, es decir, de medio metro por
cada codo. La fosa circundant medía tro de alto por medio de ancho, con un
reborde de un palmo sobre su contorno altura del altar era la iguiente:
desde el basamento sobre el suelo hasta la
plataforma inferior, un metro de alto y medio de ancho; y desde la plataforma
pequeña hasta la plataforma más grande, dos metros de alto y uno de ancho.
Desde allí hasta al ara del altar había
dos metros, y por encima de ella sobresalían cuatro cuernos.
El ara medía seis metros de largo por seis
de ancho: era un cuadrado perfecto.
La plataforma superior era un cuadrado de
siete metros de largo por siete de ancho, con un reborde de veinticinco
centímetros. La fosa circundante era de medio metro, y sus gradas estaban
vueltas hacia el oriente.
El hombre me dijo: Hijo de hombre, así
habla el Señor: Estas son las prescripciones concernientes al altar, cuando sea
erigido para ofrecer el holocausto sobre él y rociarlo con sangre.
Tú darás un ternero como sacrificio por el
pecado a los sacerdotes levitas, a los descendientes de Sadoc que se acercan a
mí para servirme –oráculo del Señor–.
Luego tomarás una parte de su sangre y la echarás
sobre los cuatro cuernos del altar, sobre los cuatro ángulos del zócalo y
alrededor de todo su reborde. Así le quitarás el pecado y harás la expiación
por él.
Después tomarás el ternero del sacrificio
por el pecado, y este será quemado en una dependencia de la Casa, fuera del
Santuario.
El segundo día, ofrecerás un chivo sin
defecto como sacrificio por el pecado y se quitará el pecado del altar, como se
había hecho con el ternero.
Cuando hayas acabado de quitar el pecado,
tomarás un ternero sin defecto y un carnero sin defecto, sacados del rebaño,
y los presentarás delante
del Señor: los sacerdotes les echarán sal y los ofrecerán en holocausto al
Señor.
Durante siete días, ofrecerás diariamente
un chivo en sacrificio por el pecado; también se ofrecerá un ternero y un
carnero sin defecto, sacados del rebaño.
Durante siete días se hará la expiación
por el altar, se lo purificará y se lo dedicará.
Al cabo de estos días, desde el día octavo
en adelante, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar los holocaustos de ustedes
y sus sacrificios de comunión, y yo los aceptaré –oráculo del Señor–.