Y tú, hijo de hombre, ¿no vas a juzgar, no
vas a juzgar a la ciudad sanguinaria? Dale a conocer todas sus abominaciones.
Tú le dirás: Así habla el Señor: ¡Ay de la
ciudad que derrama sangre en medio de ella para que llegue su hora, y se fabrica
ídolos para contaminarse!
Por la sangre que has derramado te has
hecho culpable, y por los ídolos que fabricaste te has contaminado; has hecho
que se acercara tu día y que llegara el término de tus años. Por eso te he
convertido en el oprobio de las naciones y en la irrisión de todos los países.
Los que están cerca y los que están lejos
se burlarán de ti, ciudad famosa por tu impureza, grande por tu anarquía.
En ti, los príncipes de Israel se valen de
su poder sólo para derramar sangre.
En ti se desprecia al padre y a la madres,
se extorsiona al extranjero que reside en medio de ti, y se oprime al huérfano
y a la viuda.
Tú menosprecias mis cosas
santas y profanas mis sábados.
En ti hay calumniadores
que incitan a derramar sangre y hay gente que participa de las comidas sagradas
en las montañas. En ti se cometen ignominias:
se descubre la desnudez del padre y se
fuerza a la mujer a tener relaciones en el período de su menstruación.
Uno comete abominación con la mujer de su
prójimo; otro contamina a su nuera de una manera infame; otro viola a su
hermana, la hija de su propio padre.
En ti se acepta soborno para derramar
sangre. Practicas la usura y prestas a interés, extorsionas a tu prójimo y te
olvidas de mi –oráculo del Señor–.
Pero yo voy a golpear con las palmas de
mis manos, a causa de las ganancias que has obtenido y de la sangre que corre
en medio de ti.
¿Podrá resistir tu corazón y estarán
firmes tus manos, los días en que yo me enfrente contigo? Yo, el Señor, lo he
dicho y lo haré.
Te dispersaré entre las naciones, te
diseminaré por toros países y eliminaré de ti tu impureza.
Tú te has profanado a ti misma a los ojos
de las naciones, pero sabrás, que yo soy el Señor.
La palabra del Señor me llegó en estos
términos:
Hijo de hombre, la casa de Israel se ha
convertido para mí en escoria: todos, sean plata, cobre, estaño, hierro o
plomo, se han convertido en escoria dentro del crisol.
Por eso, así habla el Señor: Porque todos
ustedes se han convertido en escoria, yo voy a amontonarlos en medio de
Jerusalén.
Así como se amontona plata, cobre, hierro,
plomo y estaño en medio del crisol, y se atiza el fuego para fundirlos, así yo
los amontonaré en mi ira y en mi furor; los pondré allí y los fundiré.
Los amontonaré, atizaré contra ustedes el
fuego de mi furor y los fundiré en medio de Jerusalén.
Como se funde la palta en medio del
crisol, a sí ustedes serán fundidos en medio de ella, y sabrán que yo, el
Señor, he derramado mi furor contra ustedes.
La palabra del Señor me llegó en estos
términos:
Hijo de hombre, dile a Jerusalén: Tú eres
una tierra que no ha sido purificada, sobre la que no ha llovido en el día de
la ira.
Hay una conjuración de profetas en medio
de ella. Como un león rugiente que despedaza la presa, han devorado a la gente,
se han apoderado de las riquezas y objetos preciosos y han multiplicado las
viudas en la ciudad.
Sus sacerdotes han violado mi Ley, han
profanado mis cosas santas; no han separado lo sagrado de lo profano, ni han
hecho conocer la diferencia entre lo puro y lo impuro; han cerrado sus ojos a
mis sábados y yo he sido profanado en medio de ellos.
Sus jefes, en medio de la ciudad, son como
lobos que despedazan la presa, derramando sangre y haciendo perecer ala gente,
a fin de acumular ganancias.
Sus profetas los recubren con cal,
proponiendo falsas visiones y predicciones engañosas. Ellos dicen: «Así habla
el Señor», cuando el Señor no había hablado.
Los terratenientes practican la extorsión,
cometen robos, explotan al pobre y al indigente, y atropellan al extranjero,
contra todo derecho.
Yo busqué entre ellos un hombre que
levantara un cerco y se mantuviera firme sobre la brecha delante mí, pero no lo
encontré.
Entonces derramé mi furia contra ellos,
los exterminé con el fuego de mi furor e hice recaer sobre sus cabezas su mala
conducta –oráculo del Señor–.