Esa voz me dijo: Levántate,
hijo de hombre, porque voy a hablarte
Cuando me habló, un espíritu
entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba.
El me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a
los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y
sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy.
Son hombres obstinados y de corazón
endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: «Así habla el
Señor».
Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo
–porque son un pueblo rebelde– sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
En cuanto a ti, hijo de hombre, no les
temas ni tengas miedo de lo que digan, porque estás entre cardos y espinas, y
sentado sobre escorpiones; no tengas miedo de lo que digan ni te a cobardes
delante de ellos, porque son un pueblo rebelde.
Tú les comunicarás mis palabras, sea que
escuchen o se nieguen a hacerlo, porque son un pueblo rebelde.
Y tú, hijo de hombre, escucha lo que te voy
a decir; no seas rebelde como ese pueblo rebelde: abre tu boca y come lo que te
daré.
Yo miré y vi una mano extendida hacia mí, y
en ella había un libro enrollado.
Lo desplegó delante de mí, y estaba
escrito de los dos lados; en él había cantos fúnebres, gemidos y lamentos.