El Señor dijo a Moisés: «Sube a
encontrarte con el Señor en compañía de Aarón, Nadab y Abihú, y de setenta de
los ancianos de Israel, y permanezcan postrados a distancia.
Tú serás el único que te acercarás al
Señor. Que los demás no se acerquen y que el pueblo no suba contigo».
Moisés fue a comunicar al pueblo todas las
palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz:
«Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el
Señor».
Moisés consignó por escrito las palabras
del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de
la montaña y erigió doce piedras en representación a las doce tribus de Israel.
Después designó a un grupo de jóvenes
israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en
sacrificio de comunión.
Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso
en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar.
Luego tomó el documento de la alianza y lo
leyó delante del pueblo, el cual exclamó: «Estamos resueltos a poner en
práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho».
Entonces Moisés tomó la sangre y roció con
ella al pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que ahora el Señor
hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas».
Luego Moisés subió en
compañía de Aarón, Nadab, Abihú y de setenta de los ancianos,
y ellos vieron al Dios de Israel. A sus
pies había algo así como una plataforma de lapislázuli, resplandeciente como el
mismo cielo.
El Señor no extendió su mano contra esos
privilegiados de Israel: ellos vieron a Dios, comieron y bebieron.
Moisés en la cumbre de la montaña
El Señor dijo a Moisés:
«Sube hasta mí, a la montaña, y quédate aquí. Yo te daré las tablas de piedra,
con la ley y los mandamientos, que escribí para instruirlos».
Entonces Moisés se levantó
junto con Josué, su ayudante, y subió a la montaña de Dios.
El había dicho a los
ancianos de Israel: «Espérennos aquí, hasta nuestro regreso. Con ustedes quedarán
Aarón y Jur: el que tenga algún pleito que se dirija a ellos».
Y Luego subió a la montaña.
La nube cubrió la montaña,
y la gloria del Señor se
estableció sobre la montaña del Sinaí, que estuvo cubierta por la nube durante
seis días. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde la nube.
El aspecto de la gloria del
Señor era a los ojos de los israelitas como un fuego devorador sobre la cumbre
de la montaña.
Moisés entró en la nube y
subió a la montaña. Allí permaneció cuarenta días y cuarenta noches.