Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor
porque esto es lo justo,
ya que el primer mandamiento que contiene
una promesa es este: Honra a tu padre y a tu madre,
para que seas feliz y tengas una larga vida
en la tierra.
Padres, no irriten a sus hijos; al
contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos, según el espíritu del
Señor.
Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor
y respeto, sin ninguna clase de doblez, como si sirvieran a Cristo;
no con una obediencia fingida que trata de
agradar a los hombres, sino como servidores de Cristo, cumpliendo de todo
corazón la voluntad de Dios.
Sirvan a sus dueños de buena gana, como si
se tratara del Señor y no de los hombres,
teniendo en cuenta que el Señor retribuirá
a cada uno el bien que haya hecho, sea un esclavo o un hombre libre.
Y ustedes, patrones,
compórtense de la misma manera con sus servidores y dejen a un lado las
amenazas, sabiendo que el Señor de ellos, que lo es también de ustedes, está en
el cielo, y no hace acepción de personas.
Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con
la fuerza de su poder.
Revístanse con la armadura de Dios, para
que puedan resistir las insidias del demonio.
Porque nuestra lucha no es
contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades,
contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal
que habitan en el espacio.
Por lo tanto, tomen la
armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes
después de haber superado todos los obstáculos.
Permanezcan de pie, ceñidos con el
cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza.
Calcen sus pies con el celo para propagar
la Buena Noticia de la paz.
Tengan siempre en la mano el escudo de la
fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno.
Tomen el casco de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.
Eleven constantemente toda
clase de oraciones y súplicas, animadas por el Espíritu. Dedíquense con
perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos,
y también por mí, a fin de que encuentre
palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del Evangelio,
del cual yo soy embajador en
medio de mis cadenas. ¡Así podré hablar libremente de él, como debo hacerlo!
Tíquico, el querido hermano
y fiel servidor en el Señor, los pondrá al corriente de cómo me encuentro y de
lo que estoy haciendo.
Con este propósito, lo envié
para que él les dé noticias nuestras y los conforte interiormente.
Llegue a todos los hermanos
la paz, el amor y la fe, que proceden de Dios, el Padre, y el Señor Jesucristo.
La gracia permanezca con todos los que
aman a nuestro Señor Jesucristo con un amor incorruptible.