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El Antiguo Testamento
ECLESIASTICO
Capítulo 5
No te fíes de tus riquezas ni digas: «Con
esto me basta».
No dejes que tu deseo y tu fuerza te lleven
a obrar según tus caprichos.
No digas: «¿Quién podrá dominarme?», porque
el Señor da a cada uno su merecido.
No digas: «Pequé, ¿y qué me
sucedió?, porque el Señor es paciente.
No estés tan seguro del perdón, mientras
cometes un pecado tras otro.
No digas: «Su compasión es grande; él
perdonará la multitud de mis pecados», porque en él está la misericordia, pero
también la ira, y su indignación recae sobre los pecadores.
No tardes en volver al Señor, dejando pasar
un día tras otro, porque la ira del Señor irrumpirá súbitamente y perecerás en
el momento del castigo.
No te fíes de las riquezas
adquiridas injustamente: de nada te servirán en el día de la desgracia.
No te dejes llevar por todos
los vientos ni vayas por cualquier camino: así obra el pecador que habla con
doblez.
Sé firme en tus convicciones y que tu
palabra sea una sola.
Está siempre dispuesto a escuchar y sé
lento para responder.
Si sabes, responde a tu prójimo; de lo
contrario, quédate callado.
Las palabras traen gloria o deshonor, y la
lengua del hombre puede provocar su caída.
Que no tengan que llamarte chismoso, y no
seas insidioso al hablar, porque la vergüenza pesa sobre el ladrón y una severa
condena sobre el que habla con doblez.
No faltes ni en lo grande ni en lo
pequeño, y de amigo, no te vuelvas enemigo,