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El Antiguo Testamento
ECLESIASTICO
Capítulo 4
Hijo mío, no prives al pobre de su
sustento ni hagas languidecer los ojos del indigente.
No hagas sufrir al que tiene
hambre ni irrites al que está en la miseria.
No exasperes más aún al que está irritado
ni hagas esperar tu don al que lo necesita.
No rechaces la súplica del afligido ni
apartes tu rostro del pobre.
No apartes tus ojos del
indigente ni des lugar a que alguien te maldiga:
porque si te maldice con amargura en el
alma, su Creador escuchará su plegaria.
Procura hacerte amar de la asamblea y ante
un poderoso, inclina la cabeza.
Vuelve tu oído hacia el pobre y devuélvele
el saludo con dulzura.
Arranca al oprimido de las manos del
opresor y no te acobardes al hacer justicia.
Sé un padre para los huérfanos y como un
marido para su madre: así serás como un hijo del Altísimo y él te amará más que
tu propia madre.
La sabiduría encumbra a sus
hijos y cuida de aquellos que la buscan.
El que la ama, ama la vida,
y los que la buscan ardientemente serán colmados de gozo.
El que la posee heredará la
gloria, y dondequiera que vaya, el Señor lo bendecirá.
Los que la sirven rinden
culto al Santo y los que la aman son amados por el Señor.
El que la escucha juzgará a
las naciones y el que le presta atención habitará seguro.
El que confía en ella la
recibirá en herencia y sus descendientes también la poseerán.
Al comienzo, ella lo conducirá por un
camino sinuoso, le infundirá temor y estremecimiento y lo hará sufrir con su
disciplina, hasta que tenga confianza en él y lo haya probado con sus
exigencias.
Después, volverá a él por el camino recto,
lo alegrará y le revelará sus secretos.
Si él se desvía, ella lo abandonará y lo
dejará librado a su propia caída.
Ten en cuenta el momento y cuídate del
mal, y no te avergüences de ti mismo.
Porque hay una vergüenza que lleva al
pecado, y hay otra vergüenza que es gloria y gracia.
No te perjudiques por tener
en cuenta a los demás, y que la vergüenza no provoque tu caída.
No dejes de hablar cuando sea necesario,
ni escondas tu sabiduría.
Porque la sabiduría se
reconoce en las palabras, y la instrucción, en la manera de hablar.
No digas nada contrario a la verdad y
avergüénzate de tu falta de instrucción.
No tengas vergüenza de confesar tus
pecados ni pretendas oponerte a la corriente de un río.
No te rebajes ante un hombre necio ni seas
parcial en favor del poderoso.
Lucha hasta la muerte por la verdad, y el
Señor Dios luchará por ti.
No seas atrevido con la lengua, ni
perezoso y descuidado en tus acciones.
No seas como un león dentro de tu casa, y
cobarde entre tus servidores.
No tengas la mano abierta para recibir y
cerrada cuando hay que dar.