Eclo37 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
ECLESIASTICO
Capítulo 37
Todo amigo dice: «También yo soy tu
amigo», pero hay amigos que lo son sólo de nombre.
¿No entristece acaso hasta la muerte ver a
un amigo querido transformarse en enemigo?
¡Perversa inclinación! ¿De dónde te han
hecho rodar para cubrir la tierra de falsedad?
¡Un compañero comparte las alegrías del
amigo y en el momento de la aflicción, se vuelve contra él!
¡Otro sufre con el amigo para llenarse su
vientre, y a la hora del combate, empuña el escudo!
Nunca te olvides de un buen
amigo, y acuérdate de él cuando tengas riquezas.
Todo el que aconseja recomienda su consejo,
pero hay quien aconseja pensando sólo en sí mismo.
Sé precavido con el que da consejos y
averigua primero qué le hace falta, porque entonces aconsejará lo que le
convenga a él; no sea que le dé lo mismo una cosa que otra
y te diga: «Vas por el buen
camino», mientras se pone enfrente a ver qué te pasa.
No consultes al que te subestima, y al que
tiene celos de ti, ocúltale tus designios.
No pidas consejo a una mujer sobre su
rival, ni a un cobarde sobre la guerra, ni a un comerciante sobre un negocio,
ni a un comprador sobre una venta, ni a un envidiosos sobre la gratitud, ni a
un despiadado sobre un beneficio, ni a un perezoso sobre cualquier trabajo, ni
al que trabaja por horas sobre la conclusión de una obra, ni a un servidor
holgazán sobre un trabajo difícil: no cuentes con estos para ningún consejo.
Pero recurre asiduamente a
un hombre piadoso, de quien te consta que cumple los mandamientos, capaz de
sentir lo que tú mismo sientes, y que sufrirá contigo si das un traspié.
Déjate llevar por lo que te
dicta el corazón, porque nadie te será más fiel que él:
el alma de un hombre suele advertir a
menudo mejor que siete vigías apostados sobre una altura.
Y por encima de todo ruego al Altísimo, para
que dirija tus pasos en la verdad.
Principio de toda obra es la conversación,
y antes de toda acción, está el consejo.
Raíz de los pensamientos es
el corazón, y él hace brotar cuatro ramas:
el bien y el mal, la vida y
la muerte, y la que decide siempre en todo esto es la lengua.
Un hombre puede ser hábil
para instruir a muchos y, sin embargo, ser inútil para sí mismo.
El que es sabio de labios
para afuera, se hace odioso y acabará sin tener qué comer:
no se le ha concedido el favor del Señor,
porque estaba desprovisto de toda sabiduría.
Si un hombre es sabio para
sí mismo, los frutos de su inteligencia están en su boca y son dignos de fe.
Un hombre sabio instruye a
su propio pueblo y los frutos de su inteligencia son dignos de fe.
Un hombre sabio es colmado de bendiciones
y, al verlo, todos lo felicitan.
El hombre tiene sus días
contados, pero los días de Israel son incontables.
Un hombre sabio se gana la confianza de su
pueblo y su nombre sobrevive para siempre.
Hijo mío, para tu régimen de
comida, pruébate a ti mismo: mira qué te hace mal y prívate de ello.
Porque no todo es conveniente para todos
ni a todos les gusta lo mismo.
No seas insaciable de
placeres ni te excedas en las comidas.
Porque el exceso en las
comidas acarrea enfermedades y la glotonería provoca cólicos.
La glotonería causó la
muerte de muchos, pero el que se cuida prolongará su vida.