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El Antiguo Testamento
ECLESIASTICO
Capítulo 27
Muchos han pecado por amor a las
ganancias y el que busca enriquecerse hace como quien no ve.
Entre la juntura de las piedras se clava la
estaca, y entre la compra y la venta se desliza el pecado.
El que no se aferra resueltamente al temor
del Señor verá muy pronto su casa en ruinas.
Cuando se zarandea la criba,
quedan los residuos: así los desechos de un hombre aparecen en sus palabras.
El horno pone a prueba los
vasos del alfarero, y la prueba del hombre está en sus conversación.
El árbol bien cultivado se
manifiesta en sus frutos; así la palabra expresa la índole de cada uno.
No elogies a nadie antes de
oírlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres.
Si buscas la justicia, la alcanzarás, y te
revestirás de ella como de una túnica gloriosa.
Los pájaros buscan la
compañía de sus semejantes y la verdad retorna a aquellos que la practican.
El león está al acecho de su presa y el
pecado, de los que practican la injusticia.
La conversación del hombre bueno es
siempre sabia, pero el insensato es variable como la luna.
Mide tu tiempo cuando estés entre los
necios, pero quédate largo rato entre la gente de criterio.
La conversación de los necios es odiosa y
sólo les causa gracia el vicio desenfrenado.
Los que juran constantemente
hacen erizar los cabellos y cuando discuten, hay que taparse los oídos.
Las disputas de los
orgullosos hacen correr la sangre y es lamentable escuchar sus invectivas.
El que revela los secretos
hace que le pierdan la confianza y no encontrará jamás un amigo íntimo.
Sé afectuoso y confiado con tu amigo, pero
si has revelado sus secretos, no corras tras él,
porque como el asesino destruye a su
víctima, así has destruido la amistad de tu prójimo:
como un pájaro que has dejado escapar de
tu mano, así has perdido a tu amigo, y ya no lo recobrarás.
No corras detrás de él, porque está muy
lejos, huyó como una gacela de la red.
Porque una herida puede ser vendada, y
para la injuria puede haber reconciliación, pero el que revela los secretos
nada puede esperar.
Algo malo trama el que guiña un ojo, y
nadie logrará disuadirlo.
Delante de tus ojos, su boca es toda
dulzura y se extasía con tus palabras, pero por detrás cambia de lenguaje y
tiende una trampa con tus mismas palabras.
Yo detesto muchas cosas, pero más que nada
a él, y el Señor también lo detesta. En el pecado, el castigo
El que tira una piedra hacia arriba, la
tira sobre su cabeza, y un golpe traicionero hiere también al que lo da.
El que cava una fosa caerá en ella y el
que tiende una red quedará enredado.
El mal que se comete recae sobre uno
mismo, sin que se sepa siquiera de dónde proviene.
Sarcasmos e insultos son
propios de los soberbios, pero el castigo los acecha como un león.
Caerán en la red los que se
alegran de la caída de los buenos y el dolor los consumirá antes de su muerte.
También el rencor y la ira
son abominables, y ambas cosas son patrimonio de pecador.