Eclo26 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Antiguo Testamento
ECLESIASTICO
Capítulo 26
¡Feliz el marido de una buena esposa: se
duplicará el número de sus días!
La mujer hacendosa es la alegría de su
marido y él vivirá en paz hasta el último de sus días.
Una buena esposa es una gran fortuna,
reservada en suerte a los que temen al Señor:
sea rico o pobre, su corazón será dichosos
y su rostro estará radiante en todo momento.
Hay tres cosas que me inspiran temor, y por
la cuarta imploro misericordia: ciudad dividida, multitud amotinada y falsa
acusación son más penosas que la muerte.
Pero pesadumbre y duelo es la mujer celosa
de su rival, y en todo está presente el flagelo de la lengua.
Un yugo mal ajustado es una mala mujer:
tratar de sujetarla es agarrar un escorpión.
Una mujer bebedora provoca indignación:
ella no podrá ocultar si ignominia.
en el descaro de la mirada y
en sus pupilas se reconoce la procacidad de una mujer.
Redobla la guardia ante una joven
atrevida, no sea que descubra una ocasión se aproveche.
Cuídate de las miradas provocativas y no
te sorprendas si te incitan al mal.
Ella abre la boca como un viajero sediento
y bebe toda el agua que se le ofrece; se sienta ante cualquier estaca y abre su
aljaba a todas las flechas.
La gracia de una mujer deleita a su marido
y su buen juicio lo llena de vigor.
Una mujer discreta es un don del Señor y
no tiene precio la esposa bien educada.
Una mujer pudorosa es la mayor de las
gracias y no hay escala para medir a la que es dueña de sí misma.
Como el sol que se eleva por las alturas
del Señor, así es el encanto de la buena esposa es una casa ordenada.
Como una lámpara que brilla sobre el
candelabro sagrado, así es la belleza del rostro sobre un cuerpo esbelto.
Columnas de oro sobre un
zócalo de plata son las piernas hermosas sobres talones firmes.
Hay dos cosas que me
entristecen y por una tercera se enciende mi enojo: un guerrero sumido en la
indigencia, los hombres inteligentes tratados con desprecio y el que vuelve de
la justicia al pecado: a este, el Señor lo destina a la espada.
Difícilmente un comerciante se libra de
incurrir en falta, y un negociante no estará exento de pecado.