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El Antiguo Testamento
ECLESIASTICO
Capítulo 2
Hijo, si te decides a servir al Señor,
prepara tu alma para la prueba.
Endereza tu corazón, sé firme, y no te
inquietes en el momento de la desgracia.
Unete al Señor y no se separes, para que al
final de tus días seas enaltecido.
Acepta de buen grado todo lo
que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación.
Porque el oro se purifica en
el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación.
Confía en él, y él vendrá en
tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él.
Los que temen al Señor, esperen su
misericordia, y no se desvíen, para no caer.
Los que temen al Señor, tengan confianza en
él, y no les faltará su recompensa.
Los que temen al Señor, esperen sus
beneficios, el gozo duradero y la misericordia.
Fíjense en las generaciones
pasadas y vean: ¿Quién confió en el Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró
en su temor y fue abandonado? ¿Quién lo invocó y no fue tenido en cuenta?
Porque el Señor es
misericordioso y compasivo, perdona los pecados y salva en el momento de la
aflicción.
¡Ay de los corazones cobardes
y de las manos que desfallecen, y del pecador que va por dos caminos!
¡Ay del corazón que desfallece, porque no
tiene confianza! A causa de eso no será protegido.
¡Ay de ustedes, los que
perdieron la constancia! ¿Qué van a hacer cuando el Señor los visite?
Los que temen al Señor no
desobedecen sus palabras y los que lo aman siguen fielmente sus caminos.
Los que temen al Señor
tratan de complacerlo y los que lo aman se sacian de su Ley.
Los que temen al Señor
tienen el corazón bien dispuesto y se humillan delante de él:
«Abandonémonos en las
manos del Señor y no en las manos de los hombres, porque así como es su
grandeza es también su misericordia».