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El Antiguo Testamento
ECLESIASTICO
Capítulo 11
La sabiduría del humilde le hace erguir
la frente, y lo hace sentar en medio de los poderosos.
No alabes a un hombre por su buena
presencia ni desprecies a nadie por su aspecto.
La abeja es pequeña entre los animales que
vuelan, pero lo que produce es más dulce que todo.
No te gloríes de la ropa que
te cubre ni te enorgullezcas en los días de gloria, porque las obras del Señor
son admirables y están ocultas a los ojos de los hombres.
Muchos tiranos se sentaron en
el suelo y el que menos lo pensaba se ciñó la diadema.
Muchos potentados se
hundieron en el deshonor y hombres ilustres cayeron en manos de otros.
No censures antes de
averiguar: reflexiona primero, y luego reprocha.
No respondas antes de
escuchar y no interrumpas cuando otro habla.
No discutas sobre lo que no
te corresponde ni te entrometas en las disputas de los pecadores.
Hijo mío, no pretendas hacer demasiadas
cosas: si lo haces, no quedarás libre de culpa. Si pretendes demasiado, no lo
alcanzarás y aunque quieras huir, no escaparás.
Hay quien se esfuerza, se fatiga y se
apura, y tanto más desprovisto se ve.
Otro es débil, necesitado de ayuda, falto
de fuerza y lleno de privaciones; pero el Señor lo mira con bondad y lo levanta
de su humillación;
el Señor le hace erguir la
frente y muchos quedan maravillados a causa de él.
Bienes y males, vida y
muerte, pobreza y riqueza vienen del Señor.
[La sabiduría, la ciencia y
el conocimiento de la Ley vienen del Señor; el amor y el camino de las buenas
obras proceden de él.]
[La necedad y la oscuridad
han sido creadas para los pecadores; los que se complacen en el mal envejecen
en él.]
el don del Señor permanece con los buenos
y su benevolencia les asegura el éxito para siempre.
Un hombre se enriquece a
fuerza de empeño y ahorro, ¿y qué recompensa le toca?
Cuando dice: Ya puedo
descansar, ahora voy a disfrutar de mis bienes», él no sabe cuánto tiempo
pasará hasta que muera y deje sus bienes a otros.
Sé fiel a tu obligación,
entrégate a ella, y envejece en tu oficio.
No admires las obras del
pecador: confía en el Señor y persevera en tu trabajo, porque es cosa fácil a
los ojos del Señor enriquecer de un solo golpe al indigente.
La bendición del Señor es la
recompensa de los buenos, y en un instante él hace florecer su bendición.
No digas: «¿Qué me hace falta? ¿Qué bienes
puedo esperar todavía?».
No digas: «Ya tengo bastante; ¿qué males
pueden sobrevenirme aún?».
En los días buenos se
olvidan los malos, y en los malos, se olvidan los buenos.
Porque es fácil para el
Señor, en el día de la muerte, retribuir a cada hombre según su conducta.
Una hora de infortunio hace
olvidar la dicha, y las obras de un hombre se revelan al fin de su vida.
No proclames feliz a nadie
antes que llegue su fin, porque sólo al final se conoce bien a un hombre.
No hagas entrar a cualquiera en tu casa,
porque el falso tiende muchas emboscadas.
El corazón del soberbio es como una
carnada, igual que un espía, espera que des un mal paso.
Está al acecho para deformar
el bien en mal y es capaz de manchar las cosas más limpias.
Una chispa enciende muchos
carbones y el pecador tiende emboscadas sangrientas.
Cuídate del malhechor,
porque él engendra maldades, no sea que te deje manchado para siempre.
Alberga a un extraño, y te
traerá complicaciones, y hará de ti un extraño para tus propios parientes.