¿Quién es como el sabio y quién sabe
interpretar los hechos? La sabiduría de un hombre ilumina su rostro, y así se
transforma la aspereza de su semblante.
Observa la orden del rey y esto, a causa
del juramento hecho a Dios.
No te apresures a retirarte
de su presencia ni te obstines en nada malo, porque él hace lo que quiere:
la palabra del rey es soberana y nadie
puede decirle: «¿Qué haces?».
El que observa el mandamiento no
experimenta ningún mal, y el corazón del sabio sabe que hay un tiempo y un
juicio.
Para cada cosa, en efecto, hay un tiempo y
un juicio; pero un gran mal pesa sobre el hombre,
y es que él ignora lo que va a suceder,
porque ¿quién le indicará cómo será eso?
Ningún hombre es dueño del aliento vital,
para poder retenerlo, y nadie tiene dominio sobre el día de la muerte; no hay
tregua en este combate y la maldad no librará al que la comete.
Esto es lo que vi cuando presté atención a
todo lo que se hace bajo el sol, mientras un hombre domina a otro para hacerle
el mal.
Así, yo vi a hombres malvados que eran
sepultados honrosamente: ellos partieron del Lugar santo, y en la ciudad se
olvidaba cómo habían obrado. También esto es vanidad.
Como la sentencia contra las malas
acciones no se ejecuta inmediatamente, el corazón de los seres humanos se llena
de deseos de hacer el mal.
El pecador que hace cien veces el mal
puede, a pesar de todo, vivir largo tiempo. Sin embargo, yo sé muy bien que la
felicidad es para los que temen a Dios, porque ellos sienten temor en su
presencia.
Pero no habrá felicidad para el malvado:
él, como una sombra no vivirá largamente, porque no tiene temor de Dios.
Hay una cosa vana que acontece sobre la
tierra; a algunos justos le sucede lo que corresponde a la manera de obrar de
los malvados, y a algunos malvados les sucede lo que corresponde a la manera de
obrar de los justos. Yo digo que también esto es vanidad.
Por eso, elogié la alegría, ya que lo
único bueno para el hombre bajo el sol es comer, beber, y sentirse contento:
esto es lo que le sirve de compañía en sus esfuerzos mientras duran los días de
su vida, que Dios le concede bajo el sol.
Cuando me dediqué a conocer la sabiduría y
a ver la tarea que se realiza bajo el sol, sin que los ojos se entreguen al
sueño ni de día ni de noche,
entonces yo vi toda la obra de Dios. El
hombre no puede descubrir la obra que se hace bajo el sol. Por más que se
esfuerce en buscar, no encuentra; y aunque el sabio diga que conoce, en
realidad, nada puede descubrir.