Moisés convocó a todo Israel y les dijo:
Escucha, Israel, los preceptos y las leyes que yo promulgo hoy en presencia de
todos ustedes. Apréndanlos para ponerlos en práctica cuidadosamente.
El Señor, nuestro Dios, hizo una alianza
con nosotros en el Horeb.
No la hizo con nuestros padres, sino con
nosotros, los que hoy estamos aquí, todos con vida.
En la montaña les habló cara a cara, desde
el fuego.
Mientras yo hacía de intermediario entre el
Señor y ustedes para anunciarles su palabra, porque ustedes, atemorizados por
el fuego, no habían subido a la montaña. El Señor dijo:
Yo soy el Señor, tu Dios, que
te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud.
No tendrás otros dioses
delante de mí.
No te harás ninguna escultura
y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o
debajo de la tierra, en las aguas.
No te postrarás ante ellas ni
les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que
castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta
generación, si ellos me aborrecen:
Y tengo misericordia a lo largo de mil
generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos.
No pronunciarás en vano el nombre del
Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano.
Observa el día sábado para santificarlo,
como el Señor, tu Dios, te lo ha ordenado.
Durante seis días
trabajarás y realizarás todas tus tareas.
Pero el séptimo día es día de descanso en
honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo ni tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni
ningún otros de tus animales, ni tampoco el extranjero que reside en tus
ciudades. Así podrán descansar tu esclavo y tu esclava, como lo haces
tú.
Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y
que el Señor te hizo salir de allí con el poder de su mano y la fuerza de su
brazo. Por eso el Señor, tu Dios, te manda celebrar el día sábado.
Honra a tu padre y a tu madre, como el
Señor, tu Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga vida y seas feliz
en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu
prójimo.
No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni
desearás su casa, su campo, su esclavo, su esclava, su buey, su asno ni ninguna
otra cosa que le pertenezca.
Estas son las palabras que
el Señor les dirigió en la montaña, cuando todos ustedes estaban reunidos. El
les habló con voz potente, desde el fuego, la nube y una densa oscuridad. No añadió nada más, sino que escribió esas palabras en las dos tablas
de piedra que me entregó.
Moisés, mediador entre Dios y el pueblo
Cuando oyeron la voz que
salía de las tinieblas, mientras la montaña ardía envuelta en llamas, todos
ustedes, jefes de tribu y ancianos, se acercaron a mí.
Y me dijeron? «El Señor,
nuestro Dios, nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz, que
salía desde el fuego. Hoy hemos visto que Dios puede hablar con los hombres sin
que por eso mueran.
Pero ahora. ¿por qué
tendremos que morir, consumidos por este gran fuego? Si seguimos
escuchando la voz del Señor, nuestro Dios, seguramente moriremos.
¿Hay acaso algún hombre que pudo
sobrevivir después de haber oído la voz del Dios viviente que le hablaba desde
el fuego, como la hemos oído nosotros?
Por eso, acércate y escucha lo que dice el
Señor, nuestro Dios, y luego repítenos todo lo que el te diga. Nosotros lo
escucharemos y lo pondremos en práctica».
Cuando el Señor oyó las palabras que
ustedes me dirigieron, me advirtió: «He oído las palabras que te dijo este
pueblo. todo lo que han dicho está muy bien.
Ojalá que siempre estén dispuestos como
ahora a temerme y a cumplir mis mandamientos!, Así ellos y sus hijos serán
siempre felices.
Ahora ve a decirles que regresen a sus
carpas.
Tú, en cambio, quédate aquí junto a mí, y
yo te indicaré los mandamientos, los preceptos y las leyes que deberás
enseñarles, a fin de que los pongan en práctica en la tierra que les daré en
posesión».
Exhortación a cumplir los mandamientos
Pongan cuidado en practicar lo que el
Señor, su Dios, les ha ordenado, sin desviarse ni a la derecha ni a la
izquierda.
Vayan por el camino que el Señor, su Dios,
les ha trazado, para gozar de una larga vida en la tierra de la que van a tomar
posesión.