Si escuchas la voz del
Señor, tu Dios, y te empeñas en practicar todos los mandamientos que hoy te
prescribo, él te pondrá muy por encima de todas las naciones de la tierra.
Y por haber escuchado la voz
del Señor, tu Dios, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas bendiciones:
Bendito serás en la ciudad y bendito en el
campo.
Benditos serán el fruto de
tus entrarás y el fruto de tu suelo, los partos de tu ganado y las crías de tus
vacas y tus ovejas.
Bendita será tu canasta y bendito el
recipiente donde amasas tu pan.
Bendito serás al salir y bendito al entrar.
El Señor hará que caigan derrotados todos
los enemigos que se alcen contra ti vendrán a atacarte por un camino y por
siete caminos huirán de ti.
El Señor ordenará que la
bendición esté contigo en tus graneros y en todas tus empresas, y te bendecirá
en la tierra que él te da.
El Señor hará de ti su pueblo
santo, como te lo juró, si cumples sus mandamientos y sigues sus caminos.
Entonces todos los pueblos
de la tierra verán que tú eres llamado con el nombre del Señor, tu Dios, y te
temerán.
El Señor te dará
sobreabundancia de bienes en el fruto de tus entrañas, en las crías de tu
ganado y en los productos de tu suelo, de la tierra que él te da, porque así lo
juro a tus padres.
El te abrirá el cielo –su rico tesoro–
para proveer de lluvia a tu tierra en el momento oportuno, y para bendecir
todos tus trabajos. Serás acreedor de muchas naciones y deudor
de ninguna.
El Señor te podrá al
frente, no detrás. Siempre estarás arriba, nunca abajo, con tal que
obedezcas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te ordenó practicar
cuidadosamente,
sin apartarte, ni a la
derecha ni a la izquierda. de las palabras que hoy te prescribo, y sin ir
detrás de otos dioses para servirlo.
Amenazas de maldición
Pero si no escuchas la voz
del Señor, tu Dios y no te empeñas en practicar todos los mandamientos y
preceptos que hoy te prescribo, caerán sobre ti y te alcanzarán todas estas
maldiciones:
Maldito serás en la ciudad y maldito en el
campo.
Maldita será tu canasta y maldito el
recipiente donde amasas tu pan.
Malditos serán el fruto de
tus entrañas y el fruto de tu suelo, las crías de tus vacas y los partos de tus
ovejas.
Maldito serás al entrar y maldito al
salir.
El Señor enviará contra ti la maldición,
el pánico y el fracaso sobre todas tus empresas, hasta que seas exterminado y
desaparezca rápidamente, a causa de tu mal proceder, por haberme abandonado.
El Señor hará que se te
contagie la peste, hasta que seas eliminado de la tierra que vas a tomar en
posesión.
El Señor te castigará con
tisis, fiebre, inflamación, ardores, aridez, quemadura y pulgón que te
hostigarán hasta que desaparezca.
El cielo sobre tu cabeza
será de bronce, y la tierra bajo tus pies será de hierro.
En lugar de lluvia, el Señor
enviará polvo a tu tierra, y sobre ti caerá arena desde el cielo, hasta que
seas exterminado.
El Señor te hará caer
derrotado ante tus enemigos: saldrás a atacarlo por un camino y por siete
caminos huirás de ellos; y todos los reinos de la tierra sentirán horror de ti,
Tus cadáveres serán pasto de
todas las aves del cielo y de todos los animales de la tierra, y no habrá nadie
que los espante.
El Señor te herirá con
forúnculos de Egipto, con tumores, sarna y tiña, de los que no podrás curarte.
El Señor te castigará con locura, ceguera
y delirio,
y andarás a tientas en pleno día, como
anda a tientas un ciego, envuelto en la oscuridad. Nunca verás
realizados tus proyectos: serás oprimido y despojado constantemente y nadie
saldrá en tu defensa.
Te casarás con una mujer y otro gozará de
ella. Construirás una casa y no la habitarás. Plantarás una viña y no recogerás
sus frutos.
Tu buey será degollado delante de tus ojos
y no lo podrás comer. Tu asno será arrebatado de tu misma presencia y no te lo
devolverán. Tus ovejas serán entregadas a tus enemigos y nadie
saldrá en tu defensa.
Tus hijos y tus hijas serán
entregados a otro pueblo; y tu vista se consumirá de tanto mirar hacia ellos,
pero no podrás hacer nada.
Un pueblo que no conoces
comerá el fruto de tu suelo y todo el producto de tus fatigas. Serás
oprimido y explotado constantemente,
hasta volverte loco a causa de lo que
verán tus ojos.
El Señor te herirá con
forúnculos malignos e incurables en las rodillas y en las piernas, desde la
planta de los pies hasta la cabeza.
El Señor los deportará, a ti
y al rey que hayas puesto para que te gobierne, a una nación que ni tú ni tus
padres conocían, y allí servirás a otros dioses, dioses de maderas y de piedra.
Entonces serás motivo de
consternación y de burla en todos los pueblos adonde el Señor te conduzca.
Sembrarás en tus campos mucha semilla,
pero cosecharás muy poco, porque la devorará la langosta.
Plantarás viñas y las cultivarás, pero no
podrás beber ni almacenar el vino, porque se las comerá el gusano.
Tendrás olivares en todo tu territorio,
pero no podrás ungirte con aceite, porque se caerán las aceitunas.
Tendrás hijos e hijas, pero no te
pertenecerán, porque serán llevados cautivos.
Los insectos arrasarán con
todos tus árboles y con todos los frutos de tu suelo.
El extranjero que viva en tu
país subirá cada vez más alto mientras que tú caerás cada vez más bajo.
El será tu acreedor, y tú,
su deudor; él estará al frente, y tú detrás.
Todas estas maldiciones
caerán sobre ti, te perseguirán y te alcanzarán hasta exterminarte, por no
haber escuchado la voz del Señor, tu Dios, observando los mandamientos y los
preceptos que él te prescribió.
Ellas estarán siempre sobre ti y sobre tus
descendientes, como una señal y una advertencia.
Por no haber servido al Señor, tu Dios con
alegría y de todo corazón, mientras lo tenías todo en abundancia,
servirás a los enemigos que
el Señor enviará contra ti, en medio del hambre y la sed, de la desnudez y de
toda clase de privaciones. Y él pondrá en tu cuello un yuyo de hierro,
hasta destruirte.
El Señor alzará contra ti a una nación
lejana, que avanzará desde los extremos de la tierra con la velocidad del
águila. Será una nación cuya lengua no entiendes,
un pueblo de aspecto feroz, que no sentirá
compasión del anciano ni se apiadará del niño.
Ella se comerá los productos
de tu ganado y los frutos de tu suelo, hasta que quedes exterminado, porque te
dejará totalmente desprovisto de trigo, de vino y de aceite, de las crías de
tus vacas y tus ovejas, hasta hacerte desaparecer.
Sitiará a todas tus
ciudades, hasta que se derrumben esas murallas altas e inaccesibles en que
habías depositado tu confianza, Sí, él te sitiará en todas las ciudades que
estén dentro de la tierra que el Señor, tu Dios, te da.
Y durante el asedio, será
tal la penuria a que te reducirá tu enemigo, que te comerás hasta el fruto de
tus entrañas, la carne de tus hijos y de tus hijas, los mismos que el Señor, tu
Dios, te había dado.
El más fino y delicado entre
los hombres de tu pueblo mirará con odio a su hermano, a la esposa que dormía
en sus brazos y a los hijos que todavía le queden,
para no compartir con ellos
la carne de sus hijos: se la comerá él solo, porque ya no le quedará nada, en
medio del asedio y la penuria a que te reducirá tu enemigo en todas tus
ciudades.
La más fina y delicada entre
las mujeres de tu pueblo –tan fina y delicada que ni siquiera se hubiera atrevido
a pisar el suelo con la planta de sus pies– mirará con odio al esposo de su
corazón, a su hijo a a su hija,
y se ocultará para comer la
placenta salida de su seno a los hijos que dé a luz, porque estará privada de
todo, en medio del asedio y la penuria a que te reducirá tu enemigo.
Si no te empeñas en
practicar todas las palabras de esta Ley, como están escritas en este Libro,
temiendo el Nombre glorioso y terrible del Señor, tu Dios,
él te castigará, a ti y a tu descendencia,
con calamidades extraordinarias. Serán calamidades grades y persistentes,
enfermedades malignas e incurables.
El hará recaer sobre ti todas las plagas
de Egipto, esas que tanto te horrorizaron.
Además, el Señor te
enviará todas las enfermedades y todas las desgracias que no están escritas en
el libro de esta Ley, hasta que seas exterminado.
Después de haber sido numeroso, como las
estrellas del cielo, quedarás reducido a un pequeño número, por no haber
escuchado la voz del Señor, tu Dios.
Y así como antes él
complacía en hacerlos felices y numerosos, luego se complacerá en destruirlos y
exterminarlos. Y ustedes serán arrancados de la tierra, donde vas a entrar para
tomar posesión de ella.
El Señor te dispersará entre
todos los pueblos, de un extremo al otro de la tierra, y allí servirás a otos
dioses que ni tú ni tus padres conocían, dioses de madera y de piedra.
No tendrás paz en medio de
aquellas naciones y tu pie no encontrará descanso. El Señor llenará de angustia
tu corazón, nublará tus ojos y abatirá tu ánimo.
Tu vida estará pendiente de
un hijo, día y noche sentirás temor y no tendrás ninguna seguridad de
sobrevivir.
Por la mañana dirás» «¡Ojalá
fuera de tarde!», a causa del temor que sentirás y de lo que verán tus ojos.
El Señor te hará volver en
barcos a Egipto, por eses camino del que yo te venderán a sus enemigos como
esclavos y esclavas, pero nadie querrá comprarlos.
Introducción
Estas son las palabras de
la alianza que el Señor ordenó a Moisés hacer con los israelitas en territorio
de Moab, además de la alianza que había hecho con ellos en el Horeb.