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El Antiguo Testamento
CANTAR DE LOS CANTARES
Capítulo 3
En mi lecho, durante la noche, busqué al
amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
Me levantaré y recorreré la ciudad; por las
calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
Me encontraron los centinelas que hacen la
ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?».
Apenas los había pasado, encontré al amado
de mi alma. Lo agarré, y no lo soltaré hasta que lo haya hecho entrar en la
casa de mi madre, en la habitación de la que me engendró.
[El Amado]
¡Júrenme, hijas de Jerusalén, por las
gacelas y las ciervas del campo, que no despertarán ni desvelarán a mi amor,
hasta que ella quiera.
[Coro]
¿Qué es eso que sube del desierto, como una
columna de humo, perfumada de mirra y de incienso y de todos los perfumes
exóticos?
[La Amada]
¡Es la litera de Salomón! La rodean setenta
guerreros, de los más valientes de Israel:
todos ellos provistos de espada,
adiestrados para el combate, cada uno con su espada a la cintura por temor a
los peligros de la noche.
El rey Salomón se hizo una litera con
maderas del Líbano.
Sus columnas las hizo de plata, su
respaldo de oro, su asiento de púrpura, con el interior revestido de ébano.
Hijas de Jerusalén,
salgan a contemplar al rey Salomón, con la
corona que le ciñó su madre, el día de su boda, el día de su alegría.