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El Antiguo Testamento
BARUC
Capítulo 4
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La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios, y la Ley que subsiste eternamente: los que la retienen, alcanzarán la vida, pero los que la abandona, morirán.
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Vuélvete, Jacob, y tómala, camina hacia el resplandor, atraído por su luz.
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No cedas a otro tu gloria, ni tus privilegios a un pueblo extranjero.
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Felices de nosotros, Israel, porque se nos dio a conocer lo que agrada a Dios.
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¡Animo, pueblo mío, memorial viviente de Israel!
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Ustedes fueron vendidos a las naciones, pero no para ser aniquilados; es por haber excitado la ira de Dios, que fueron entregados a sus enemigos.
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Ustedes irritaron a su Creador, ofreciendo sacrificios a los demonios y no a Dios;
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olvidaron al Dios, eterno, el que los sustenta, y entristecieron a Jerusalén, la que los crió.
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Porque ella, al ver que la ira del Señor se desencadenaba contra ustedes, exclamó: «Escuchen, ciudades vecinas de Sión: Dios me ha enviado un gran dolor.
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Yo he visto el cautiverio que el Eterno infligió a mis hijos y a mis hijas.
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Yo los había criado gozosamente y los dejé partir con lágrimas y dolor.
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Que nadie se alegre al verme viuda y abandonada por muchos. Estoy desolada por los pecados de mis hijos, porque se desviaron de la Ley de Dios:
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ellos no conocieron sus preceptos, no siguieron los caminos de sus mandamientos ni anduvieron por las sendas de la instrucción, conforme a su justicia.
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¡Que vengan las vecinas de Sión, y recuerden el cautiverio que el Eterno infligió a mis hijos y a mis hijas!
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Porque él hizo venir contra ellos a una nación lejana, una nación insolente, de lengua desconocida, que no respetó al anciano ni tuvo compasión del niño;
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que se llevó a los hijos queridos de la viuda y la dejó desolada, privándola de sus hijas.
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Y yo ¿cómo podré socorrerlos?
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El mismo que les infligió esos males los librará de las manos de sus enemigos.
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¡Vayan, hijos, vayan, mientras yo me quedo desolada!
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Yo me quité el vestido de fiesta, me puse ropa de suplicante y clamaré al Eterno mientras viva.
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¡Animo, hijos, clamen a Dios, y él los librará de la tiranía y del poder de sus enemigos!
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Porque yo espero que el Eterno les dará la salvación, y el Santo me ha llenado de alegría por la misericordia que pronto les llegará del Eterno, su Salvador.
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Yo los dejé partir con dolor y lágrimas, pero Dios los hará volver a mí, con gozo y alegría para siempre.
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Así como ahora las ciudades vecinas de Sión están viendo el cautiverio de ustedes, así verán pronto la salvación que les llegará de Dios, con la gran gloria y el esplendor del Eterno.
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Hijos, soporten con paciencia la ira que les ha sobrevenido de parte de Dios. Tu enemigo te ha perseguido, pero pronto verás su ruina y pondrás tu pie sobre su cuello.
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Mis tiernos hijos han recorrido ásperos caminos, fueron llevados como un rebaño arrebatado por el enemigo.
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¡Animo, hijos, clamen a Dios, porque aquel que los castigó se acordará de ustedes!
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Ya que el único pensamiento de ustedes ha sido apartarse de Dios, una vez convertidos, búsquenlo con un empeño diez veces mayor.
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Porque el que atrajo sobre ustedes estos males les traerá, junto con su salvación, la eterna alegría».
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¡Animo, Jerusalén! El que te dio un nombre te consolará.
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¡Ay de los que te maltrataron y se alegraron de tu caída!
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¡Ay de las ciudades que esclavizaron a tus hijos, ay de aquella que recibió a tus hijos!
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Porque así como ella se alegró de tu caída y se regocijó por tu ruina, así se afligirá por su propia desolación.
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Yo le quitaré su alegría de ciudad populosa, y su jactancia se convertirá en duelo.
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Caerá fuego sobre ella de parte del Eterno durante muchos días, y será morada de los demonios por muy largo tiempo.
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Mira hacia el Oriente, Jerusalén, y contempla la alegría que te viene de Dios.
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Ahí llegan tus hijos, los que habías visto partir; llegan reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo por la gloria de Dios.