Después oí algo parecido al clamor de una
enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: «¡Aleluya! La salvación,
la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios,
porque sus juicios son
verdaderos y justos. El ha condenado a la famosa Prostituta que
corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus
servidores».
Y volvieron a decir:
«¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos».
Entonces los veinticuatro
Ancianos y los cuatro Seres Vivientes se postraron para adorar a Dios, que está
sentado en el trono, y exclamaban: «¡Amén, aleluya!».
Luego salió del trono una voz
que decía: «Alaben a nuestro Dios, ustedes, sus servidores, los que lo temen,
pequeños y grandes».
Y oí algo parecido al clamor de una enorme
multitud, al estruendo de una catarata y al estallido de violentos truenos. Y
decían: «¡Aleluya! Porque el Señor, nuestro Dios, el Todopoderoso, ha
establecido su Reino.
Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a
Dios, porque han llegado las bodas del Cordero: su esposa ya se ha preparado,
y la han vestido con lino fino de blancura
resplandeciente». El lino simboliza las buenas acciones de los santos.
Después el Angel me dijo: «Escribe esto:
Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero». Y agregó:
«Estas son verdaderas palabras de Dios».
Entonces yo caí a sus pies para adorarlo,
pero él me advirtió: «¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de
servicio y el de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús. El
testimonio de Jesús es el espíritu profético. ¡Es a Dios a quien debes
adorar!».
Luego vi el cielo abierto y apareció un
caballo blanco. Su Jinete se llama «Fiel» y «Veraz»; él juzga y combate con
justicia.
Sus ojos son como una llama ardiente y su
cabeza está cubierta de numerosas diademas. Lleva escrito un nombre que
solamente él conoce
y está vestido con un manto teñido de
sangre. Su nombre es: «La Palabra de Dios».
Lo siguen los ejércitos
celestiales, vestidos con lino fino de blancura inmaculada y montados en
caballos blancos.
De su boca sale una espada
afilada, para herir a los pueblos paganos. El los regirá con un cetro de hierro
y pisará los racimos en la cuba de la ardiente ira del Dios todopoderoso.
En su manto y en su muslo
lleva escrito este nombre: Rey de los reyes y Señor de los señores.
Después vi a un Angel que
estaba de pie sobre el sol y gritaba con gran fuerza a todas las aves que
volaban en el cielo: «Vengan a reunirse para el gran festín de Dios,
para devorar la carne de los
reyes, de los grandes capitanes, de los poderosos, de los caballos y de sus
jinetes; la carne de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes».
En seguida vi a la Bestia y
a los reyes de la tierra, con sus ejércitos preparados para combatir contra el
Jinete y su ejército.
Pero la Bestia fue
capturada, junto con el falso profeta –aquel que realizaba prodigios delante de
la otra Bestia, y así logró seducir a los que llevaban la marca de la Bestia y
adoraban su imagen– y ambos fueron arrojados vivos al estanque de azufre
ardiente.
Todos los demás fueron
exterminados por la espada que salía de la boca del Jinete, y las aves se
saciaron con sus despojos.