Entonces vi que emergía del mar una Bestia
con siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una diadema, y sobre sus
cabezas había leyendas con nombres blasfemos.
Parecía una pantera, pero tenía las patas
como las de un oso y la boca como la de un león. El Dragón le cedió su poder y
su trono con un inmenso imperio.
Una de sus cabezas parecía herida de
muerte, pero su llaga mortal ya estaba cicatrizada. Toda la tierra,
maravillada, siguió a la Bestia,
y todos adoraron al Dragón porque él le
había cedido el poder, y también adoraron a la Bestia, diciendo: «¿Quién se le
puede igualar y quién puede luchar contra ella?».
Y se permitió a la Bestia proferir palabras
altaneras y blasfemias; y se le dio poder para actuar durante cuarenta y dos
meses.
Ella abrió la boca para maldecir a Dios y
blasfemar contra su Nombre y su Santuario, y contra los habitantes del cielo.
También le fue permitido combatir contra
los santos hasta vencerlos, y se le dio poder sobre toda familia, pueblo,
lengua y nación.
Y la adoraron todos los habitantes de la tierra
cuyos nombres no figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida
del Cordero que ha sido inmolado.
¡El que pueda entender, que
entienda!
El que tenga que ir a la
cárcel, irá a la cárcel; y el que tenga que morir por la espada, morirá por la
espada. En esto se pondrá a prueba la perseverancia y la fe de los santos.
En seguida vi surgir de la
tierra otra Bestia que tenía dos cuernos como los de un cordero, pero hablaba
como un dragón.
Esta Bestia ejercía todo el
poder de la primera y estaba a su servicio; y logró que la tierra y sus
habitantes adoraran a la primera Bestia, a aquella cuya llaga mortal se había
cicatrizado.
También realizaba grandes prodigios,
llegando a hacer descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de todos.
Y por los prodigios que realizaba al
servicio de la primera Bestia, sedujo a los habitantes de la tierra para que
fabricaran una imagen en honor de aquella que fue herida por la espada y
sobrevivió.
También se le permitió dar vida a la
imagen de la Bestia, para hacerla hablar y dar muerte a todos aquellos que no
adoran su imagen.
Así consiguió que todos –pequeños y
grandes, ricos y pobres, libres y esclavos– se dejaran poner una marca en su
mano derecha o sobre su frente,
de manera que nadie podía comprar o
vender, si no llevaba marcado el nombre de la Bestia o la cifra que corresponde
a su nombre.
Para esto se precisa sutileza. El que
tenga inteligencia calcule la cifra de la Bestia, porque es una cifra humana: