El Señor me hizo ver esto: Había una
canasta de frutos maduros.
Y él me preguntó: «¿Qué
ves, Amós?». Yo respondí: «Una canasta de frutos maduros». El Señor me
dijo: «Mi pueblo Israel está maduro para su fin, ya no voy a perdonarlo más».
Aquel día, los cantos del palacio se
convertirán en gemidos –oráculo del Señor–. ¡Serán tantos los cadáveres, que se
los arrojará en cualquier lugar!
Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al
indigente para hacer desaparecer a los pobres del país.
Ustedes dicen: «¿Cuándo pasará el novilunio
para que podamos vender el grano, y el sábado, para dar salida al trigo?
Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para
defraudar;
compraremos a los débiles con dinero y al
indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos del trigo».
El Señor lo ha jurado por el orgullo de
Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones.
¿No temblará la tierra a causa de esto y
estarán de duelo todos sus habitantes? Crecerá toda entera como el Nilo, se
hinchará y bajará como el Río de Egipto.
Aquel día –oráculo del Señor– yo haré que
el sol se ponga al mediodía, y en pleno día cubriré la tierra de tinieblas;
cambiaré sus fiestas en duelo y todos sus
cantos en lamentaciones; haré que todos se ciñan un sayal y que se rapen todas
las cabezas; haré que estén de duelo como por un hijo único, y su final será
como un día de amargura.
Vendrán días –oráculo del Señor– en que
enviaré hambre sobre el país, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de
escuchar la palabra del Señor.
Se arrastrarán de un mar a otro e irán
errantes del norte al este, buscando la palabra del Señor, pero no la
encontrarán.
Aquel día, desfallecerán
de sed las jóvenes hermosas y los jóvenes.
Los que juran por el Idolo de Samaría,
diciendo: «¡Por la vida de tu Dios, Dan!» y ¡Por la vida de tu Poder,
Berseba!», todos ellos caerán para no levantarse más.