Escuchen esta palabra que yo pronuncio
contar ustedes, es un canto fúnebre, casa de Israel:
Ha caído y no volverá a levantarse la
virgen de Israel; yace postrada sobre su suelo y nadie la levanta.
Porque así habla el Señor, a la casa de
Israel: De la ciudad que sale a combatir con mil hombres quedarán sólo cien, y
de la que sale con cien no quedarán más que diez para la casa de Israel.
Así habla el Señor a la casa de Israel:
Búsquenme a mí, y vivirán.
No busquen a Betel, no vayan a Guilgal, no
pasen a Berseba, porque Guilgal irá cautiverio y Betel se reducirá a nada.
Busquen al Señor y vivirán, no sea que él
caiga como fuego sobre la casa de José, y devore a Betel, sin que nadie lo
apague.
El que hace las Pléyades y el
Orión, el que cambia las tinieblas en aurora y la luz del día en oscuridad, el
que convoca a las aguas del mar y las derrama sobre la tierra, se llama «el
Señor».
El desencadena la ruina sobre la fortaleza
y la ruina alcanza a la plaza fuerte.
¡Ay de los que convierten el
derecho en veneno y echan por tierra la justicia!
¡Ay de los que aborrecen al
que recrimina en la Puerta y detestan al que habla con integridad!
Por eso, por haber
esquilmado al débil, exigiéndole un tributo de grano, esas casas de piedras
talladas que ustedes construyeron, no las habitarán, de esas viñas selectas que
plantaron, no beberán el vino.
Porque yo conozco la
multitud de sus crímenes y la enormidad de sus pecados, ¡opresores del justo,
que exigen rescate y atropellan a los pobres en la Puerta!
Por eso, el hombre sensato
se calla en este tiempo, porque es un tiempo de desgracia.
Busquen el bien y no el mal,
para que tengan vida, y así el Señor, Dios de los ejércitos, estará con
ustedes, como ustedes dicen.
Aborrezcan el mal, amen el
bien, y hagan triunfar el derecho en la Puerta: tal vez el Señor, Dios de los
ejércitos, tenga piedad del resto de José.
Por eso, así habla el Señor,
Dios de los ejércitos: Habrá lamentaciones en todas las plazas y gemidos en
todas las calles. Convocarán a los campesinos para el duelo y a las plañideras
para los lamentos.
Habrá lamentaciones en todas
las viñas, cuando yo pase en medio de ti, dice el Señor.
¡Ay de los que suspiran por
el Día del señor! ¿Qué será para ustedes el Día del Señor? ¡Será
tinieblas y no luz!
Como cuando alguien huye de un león y se
topa con un oso; o al entrar en su casa, apoya su mano contra la pared y lo
muerde una serpiente...
¡El Día del Señor será tinieblas y no luz,
será oscuro, sin ningún resplandor!
Yo aborrezco, desprecio sus fiestas, y me
repugnan sus asambleas.
Cuando ustedes me ofrecen holocaustos, no
me complazco en sus ofrendas ni miro sus sacrificios de terneros cebados.
Aleja de mí el bullicio de tus cantos, no
quiero oír el sonido de tus arpas.
Que el derecho corra como el agua, y la
justicia como un torrente inagotable.
¿Acaso ustedes me ofrecieron sacrificios y
oblaciones en el desierto durante cuarenta años, casa de Israel?
Ustedes se llevarán a Sicut, su rey, y a
Queván, su dios estelar, esos ídolos que se han fabricado,
porque yo los deportaré más allá de
Damasco, dice el Señor, cuyo nombre es «Dios de los ejércitos».