En el pueblo de Israel hubo también falsos
profetas. De la misma manera, habrá entre ustedes falsos maestros que
introducirán solapadamente desviaciones perniciosas, y renegarán del Señor que
los redimió, atrayendo sobre sí mismos una inminente perdición.
Muchos imitarán su
desenfreno, y por causa de ellos, el camino de la verdad será objeto de
blasfemias.
Llevados por la ambición, y
valiéndose de palabras engañosas, ellos se aprovecharán de ustedes. Pero hace
mucho que el juicio los amenaza y la perdición los acecha.
Porque Dios no perdonó a los
ángeles que pecaron, sino que los precipitó en le infierno y los sumergió en el
abismo de las tinieblas, donde están reservados para el Juicio.
Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que
desencadenó el diluvio sobre una tierra poblada de impíos, preservando sólo a
ocho personas, entre ellas a Noé, el heraldo de la justicia.
También condenó a la destrucción y redujo a
cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra, para que sirvieran de ejemplo a los
impíos del futuro.
En cambio, libró a Lot, el
justo, que estaba afligido por la conducta licenciosa de esos hombres sin ley;
porque teniendo que vivir en
medio de ellos, su alma de justo se sentía constantemente torturada por las
iniquidades que veía y escuchaba.
El Señor, en efecto, sabe
librar de la prueba a los hombres piadosos, y reserva a los culpables para que
sean castigados en el día del Juicio,
sobre todo, a los que
llevado por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y
desprecian la Soberanía. Estos hombres audaces y arrogantes no tienen miedo de
blasfemar contra los ángeles caídos.
mientras que los ángeles
superiores en fuerza y en poder no pronuncian ningún juicio injurioso contra
ellos en la presencia del Señor.
Pero ellos, como animales
irracionales, destinados por naturaleza a ser capturados y destruidos, hablan
injuriosamente de lo que ignoran, y perecerán como esos mismos animales,
sufriendo así el castigo en pago de su
iniquidad. Ellos se deleitan entregándose a la depravación en
pleno día; son hombres viciosos y corrompidos, que se gozan en engañarlos
mientras comen con ustedes.
Son seres malditos, cuyos
ojos no pueden mirar a una mujer sin desearla; seres insaciables de pecado, que
seducen a las almas débiles y cuyos corazones sólo conocen la codicia.
Ellos abandonaron el camino
recto, extraviándose tras los pasos de Balaam, hijo de Bosor, que se dejó seducir
por un salario injusto;
pero él encontró quien le
reprochara su falta: un animal de carga pronunció palabras humanas y puso freno
a la insensatez del profeta.
Los que obran así son
fuentes sin agua, nubes arrastradas por el huracán: a ellos les está reservada
la densidad de las tinieblas.
Con sus palabras
altisonantes y vacías, atraen, por medio de los deseos desenfrenados de la
carne, a los que apenas acaban de librarse de los que viven en el error.
Les prometen la libertad,
siendo ellos mismos esclavos de la corrupción: porque uno es esclavo de aquello
que lo domina.
En efecto, si alguien se
aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador
Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su
estado final llega a ser peor que el primero.
Más le hubiera valido no
conocer el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, apartarse
del santo mandamiento que le fue transmitido.
En él se cumple lo que dice justamente el
proverbio: El perro volvió a comer lo que había vomitado, y este otro: «La
puerca recién lavada se revuelca en el barro».