2Cor5 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Nuevo Testamento
SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS
Capítulo 5
Nosotros sabemos, en efecto, que si esta
tienda de campaña –nuestra morada terrenal– es destruida, tenemos una casa
permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios.
Por eso, ahora gemimos deseando
ardientemente revestirnos de aquella morada celestial;
porque una vez que nos
hayamos revestido en ella, ya no nos encontraremos desnudos.
Mientras estamos en esta
tienda de campaña, gemimos angustiosamente, porque no queremos ser desvestidos,
sino revestirnos, a fin de que lo que es mortal sea absorbido por la vida.
Y aquel que nos destinó para
esto es el mismo Dios que nos dio las primicias del Espíritu.
Por eso, nos sentimos
plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio,
lejos del Señor;
porque nosotros caminamos en
la fe y todavía no vemos claramente.
Sí, nos sentimos plenamente
seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor;
en definitiva, sea que vivamos en este
cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarlo.
Porque todos debemos comparecer ante el
tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o
malas, lo que mereció durante su vida mortal.
Por lo tanto, compenetrados del temor del
Señor, tratamos de persuadir a los hombres. Dios ya nos conoce
plenamente, y espero que también ustedes nos conozcan de la misma manera.
No pretendemos volver a
recomendarnos delante de ustedes: solamente queremos darles un motivo para que
se sientan orgullosos de nosotros y puedan responder a los que se glorían de lo
exterior y no de lo que hay en el corazón.
En efecto, si hemos procedido como
insensatos, lo hicimos por Dios; y si somos razonables, es por ustedes.
Porque el amor de Cristo nos apremia, al considerar
que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto.
Y él murió por todos, a fin
de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y
resucitó por ellos.
Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya
no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo
de esa manera, ya no lo conocemos más así.
El que vive en Cristo es una nueva
criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Y todo esto procede de Dios, que nos
reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la
reconciliación.
Porque es Dios el que estaba en Cristo,
reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los
hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación.
Nosotros somos, entonces,
embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio
nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con
Dios.
A aquel que no conoció el
pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que
nosotros seamos justificados por él.