Renuncien a toda maldad y a todo engaño, a
la hipocresía, a al envidia y a toda clase de maledicencia.
Como niños recién nacidos, deseen la lecho
pura de la Palabra, que los haré crecer para la salvación,
ya que han gustado qué bueno es el Señor.
Al acercarse a él, la piedra viva,
rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios,
también ustedes, a manera de piedras vivas,
son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y
ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo.
Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión
una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella,
no será confundido.
Por lo tanto, a ustedes, los que creen, les
corresponde el honor. En cambio, para los incrédulos, la piedra que los
constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular:
piedra de tropiezo y roca de
escándalo. Ellos tropiezan porque no creen en la Palabra: esa es la suerte que
les está reservada.
Ustedes, en cambio, son una
raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para
anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable
luz:
ustedes, que antes no eran un pueblo,
ahora son el Pueblo de Dios; ustedes que antes no habían obtenido misericordia,
ahora la han alcanzado.
Queridos míos, yo los exhorto, como a
gente de paso y extranjeros: no cedan a esos deseos carnales que combaten
contra el alma.
Observen una buena conducta
en medio de los paganos y así, los mismos que ahora calumnian como a
malhechores, al ver sus buenas obras, tendrán que glorificar a Dios el día de
su Visita.
Respeten a toda autoridad
humana como quiere el Señor;
ya sea el rey, porque es el
soberano, ya sea a los gobernadores, como delegados por él para castigar a los
que obran el mal y recompensar a los que practican el bien.
La voluntad de Dios es que ustedes,
practicando el bien, pongan freno a la ignorancia de los insensatos.
Procedan como hombres verdaderamente
libres, obedeciendo a Dios, y no como quienes hacen de la libertad una excusa
para su malicia.
Respeten a todo el mundo, amen a sus
hermanos, teman a Dios, honren al rey.
Servidores, traten a sus señores con el
debido respeto, no solamente a los buenos y comprensivos, sino también a los
malos.
Porque es una gracia soportar, con el
pensamiento puesto en Dios, las penas que se sufren injustamente.
En efecto, ¿qué gloria habría en soportar
el castigo por una falta que se ha cometido? Pero si a pesar de hacer el bien,
ustedes soportan el sufrimiento, esto sí es una gracia delante de Dios.
A esto han sido llamados,
porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejó un ejemplo a fin de que
sigan sus huellas.
El no cometió pecado y nadie pudo
encontrar una mentira en su boca.
Cuando era insultado, no devolvía el
insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su
causa al que juzga rectamente.
El llevó sobre la cruz nuestros pecados,
cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron curados.
Porque antes andaban como ovejas perdidas,
pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.