2Cor12 - kzu/VocabularioTeologiaBiblica GitHub Wiki
El Nuevo Testamento
SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS
Capítulo 12
¿Hay que seguir gloriándose? Aunque no
esté bien, pasaré a las visiones y revelaciones del Señor.
Conozco a un discípulo de Cristo que hace
catorce años –no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!– fue
arrebatado al tercer cielo.
Y sé que este hombre –no sé si con el
cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!–
fue arrebatado al paraíso, y
oyó palabras inefables que el hombre es incapaz de repetir.
De ese hombre podría jactarme, pero en
cuanto a mí, sólo me glorío de mis debilidades.
Si quisiera gloriarme, no sería un necio,
porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo, para que nadie se forme de
mí una idea superior a lo que ve o me oye decir.
Y para que la grandeza de las revelaciones
no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que
me hiere.
Tres veces pedí al Señor que me librara,
pero él me respondió: «Te basta mi gracia,
porque mi poder triunfa en la debilidad». Más bien, me gloriaré
de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo.
Por eso, me complazco en mis
debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las
angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy
fuerte.
Si me he convertido en
necio, es porque ustedes me han obligado. Les correspondía a ustedes valorarme
debidamente, ya que en nada soy inferior a esos «apóstoles por excelencia»,
aunque en realidad no soy nada.
Ustedes han comprobado en mí los rasgos
que distinguen al verdadero apóstol: paciencia a toda prueba, signos, prodigios
y milagros.
¿Qué tienen de menos que las otras
Iglesias, sino que no he sido una carga para ustedes? Perdónenme si los ofendo.
Ahora estoy dispuesto a visitarlos por
tercera vez, y tampoco en esta oportunidad les seré gravoso, porque lo que yo
busco no son sus bienes, sino a ustedes mismos: en efecto, no son los hijos los
que deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos.
En consecuencia, de buena gana entregaré
lo que tengo y hasta me entregaré a mí mismo, para el bien de ustedes. Si yo
los amo tanto, ¿no seré amado en la misma medida?
Algunos dirán que personalmente no les he
sido gravoso, pero que procedí así por astucia, para atraerlos con engaños.
¿Acaso obtuve de ustedes
algún provecho por intermedio de mis enviados?
Le rogué a Tito que fuera, y envié con él
al hermano que ustedes conocen. ¿Acaso Tito los ha explotado? ¿No
hemos actuado con las mismas intenciones y de la misma manera?
Les parecerá que hace mucho
que estamos tratando de justificarnos delante de ustedes. En realidad, hablamos
en nombre de Cristo y en la presencia de Dios, y todo lo hacemos, hermanos,
para edificación de ustedes.
Porque temo que a mi llegada no los
encuentre como deseo, y que ustedes, a su vez, no me encuentren como quisieran.
Quizá haya contiendas, envidias, animosidades, rivalidades,
detracciones, murmuraciones, engreimientos, desórdenes.
Y temo también que en mi
próxima visita Dios me humille a causa de ustedes, y tenga que lamentarme por
muchos de aquellos que antes pecaron y no se arrepintieron de la impureza, de
la fornicación y de los excesos que cometieron.